martes, 11 de diciembre de 2007

Desde la ventanilla del avión

La casa donde vivo reposa entre el mar y la tierra, en frontera rocosa. La inestabilidad del terreno y el constante trasiego de las olas han agrietado las paredes. Por eso, en el silencio de la noche, si el ruido del mar no lo impide, se escucha el crujir de las tejas del techo y las baldosas del suelo. Con el tiempo uno se acostumbra, deja de pensar en intrusos y escucha esa orquesta invisible que le hunde en el sueño.

Esta foto me ha llegado hoy, pero se hizo el 11 de septiembre de 2007, en el vuelo de ida Alicante-Leeds. Fui con José, un colega –y sin embargo amigo– del departamento, que me prestó la cámara. La ilusión de ver mi casa desde el avión, el recuerdo de La Isla a mediodía de Julio Cortázar y la simbólica fecha son motivos más que suficientes para publicarla.

Yo creía en la poética de los aviones porque creía en la del viaje. Pero me equivocaba. No hay poética en nada: ni en el viaje, ni en la montaña, ni en la derrota, ni en el dolor. La poética no está en nada, porque está en todo.

jueves, 29 de noviembre de 2007

Sólo quería correr un rato

Sólo quería salir a correr un rato, fue el jueves pasado. Para quitarme la tensión y agitar un poco los músculos, entumecidos y apalancados de tanto coche, despacho y casa. Desde hace unos meses me cuesta hacer deporte. No encuentro la rutina. Mi nivel de intensidad deportiva ha bajado por la edad y por los cambios de trabajo.

Escondí el manojo de llaves en el jardín para que no me incomodara y me colgué en el cuello la de la puerta. No había empezado a trotar todavía cuando divisé a un tipo que bajaba corriendo a unos sesenta metros. Sin las gafas para ver de lejos me pareció un deportista. Sin embargo, de cerca vi un extraño de balanceo sospechoso. A unos diez pasos escuché un ruido a mi espalda. Unas ramas que se parten y unos ladrillos que se caen. Me giro y veo al hombre tirado sobre el murete de mi casa, roto y caído entre la escalera, el ciprés y la calle. ¡Qué cojones!, me digo.

–¿Qué coño está usted haciendo?
–Nada, me he apoyado y se me ha caído el muro.
–No parece eso, ¿no estaba intentando saltar?
–Me he apoyado y se me ha caído el muro.
–Creo que voy a llamar a la policía.

El hombre está en el descansillo de la escalera y yo arriba. Tipo encuadre picado contrapicado: autoridad moral contra delincuente. El muro baja escalonado y rodea la casa en ese tramo. Él se incorpora, da dos pasos hacia mí y me mira en silencio. Mide uno setenta, es corpulento, tiene el pelo negro y espeso, la piel oscura y los ojos marrones. Cara de crápula.

–¿Vas a llamar a la policía?

Titubeo:

–Sí, soy vecino de esta zona y conozco al dueño de esta casa. [Mentira: no me conozco tanto como me gustaría].

–No, no vas a llamar. No estaba haciendo nada.

El hombre sigue balanceándose y, cuando me mira, los ojos se le pierden un grado hacia el cielo oscuro de la noche. Tiene síntomas de haber consumido droga o alcohol o quizá está simplemente desquiciado.

–¿Vas a llamar?– insiste.

–No, no voy a llamar. Me voy, pero tenga cuidado con la propiedad ajena.

Me vuelvo y camino hacia la puerta de mi casa, aunque parezca que no voy a ninguna parte. Oigo cómo se aleja por el ruido de la hebilla de su cinturón, el cabo de la correa le cae sobre la rodilla.

Compruebo que no está en la calle y entro rápidamente en el jardín de mi casa. Bajo hacia la puerta de la cocina y cierro con llave. El móvil está encima de la cama. Llamo a la policía. Pongo una denuncia telefónica. Llamo al seguro para que arreglen el muro.

–A las nueve estaremos allí. ¿Cuántos metros son?
–Dos y medio.
–¿De qué tipo?
–Bloques con celosía.

viernes, 16 de noviembre de 2007

El aceite de Ander

El ganador es Ander Izagirre (el título no va con segundas), que de sopetón se lleva una cita en primera plana. Ander fue uno de mis mejores profesores de prácticas durante la carrera de Periodismo. Es un periodista viajero y recorre atolondrado los mundos en vespa.

Sí, aceite de oliva.

En la pizza: para que no se pegue con el papel de alumnio y quede más jugosa.
En el perrito: para freír la cebolla y la salchicha.
En la paella: para sofreír el tomate, el pollo y el conejo.

Foto de una wikipedia.

miércoles, 14 de noviembre de 2007

Soy un bloguero solidario



Blog solidario es un meme que encadena recomendaciones entre blogueros. La condición de la cita que me hace cariñosamente Lucía es que mencione siete blogs, si no he entendido mal la explicación de César Coca en Divergencias [Qué curioso: César Coca, un tipo que leí y cité en mi tesis, es ahora un vecino en la red, puerta con puerta, vamos].

A mí esto de las cadenas solidarias no me hace mucha gracia, la verdad. Pero viene de Lucía. Con eso, todo dicho. Así que, lo primero, muchas gracias. Ella ha citado algunos de los blogs que hubiera señalado en esta cadena, por eso reescribo mis menciones sin contar con los típicos:

1. Ardiendo a un clavo es la barra fronteriza desde la que Marta escribe, con su gracia bilbaína, sobre libros, música y vida cotidiana. La menciono por su estilo sencillo y limpio, por su corazón grande y por la alegría que le da a la red.

2. J. es un viejo compañero de facultad y de revista. En El Canódromo escribe y reflexiona sobre poesía, pintura y felicidad. Beatlemaníaco él.

3. Si vas a vivir en Murcia y quieres integrarte en su cultura no te pierdas Achopijo. Si además eres treintañero, este tipo tiene las recetas para que recuerdes con nostalgia lo que fuimos y lo que quisimos ser.

4. Sindrogámico es un blog tan raro como su nombre, pero os aseguro que los autores están a la última en lo cultural (y escriben desde el mismo Madrid, como diría aquel). Cuando me los imagino pienso en un grupo de gente variopinta, culta y muy moderna, pero sin pose.

5. ¡María, María! Una estudiante de periodismo con una capacidad grandísima de hacer amigos en la red. Muy divertido leer las crónicas de su vida cotidiana con Pancho, el hermanito. Me encantaría tenerla como alumna.

6. Desde su rincón, Pacotto reflexiona con descaro y buen humor sobre la vida, el periodismo y otras especies de la fauna pública. Uno de mis maestros durante la carrera, aunque no pude disfrutarlo en primera persona, sí como miembro de un equipo de profesionales de altura.

7. Y para terminar, os dejo con los acordes de un crítico musical fino y de escritura bella, Sincopado.

PD: Para celebrarlo, un concurso: De los ingredientes necesarios, ¿cuál usé en los tres platos? Quien gane está invitado a probarlos.

lunes, 12 de noviembre de 2007

¿Quieres hacer el favor de callarte, por favor?

Will you please be quiet, please? es uno de los mejores cuentos de Raymond Carver. Al comienzo del relato, durante la discusión del protagonista con su mujer, hay un algo entrelíneas, en los silencios, en las preguntas, en los gestos... Un algo que ahora no recuerdo y que me encantó en su día. Quizá fue esa manera de precipitarse las palabras y la discusión de una forma contenida.

miércoles, 7 de noviembre de 2007

Diario de un corrector (II)

Diario de un corrector tendrá tres secciones, si sigo con esta afición por recuperar las perlas de las prácticas: palabros, frases esculpidas y vicios comunes (estos últimos se propagan entre los estudiantes como la moda de la peonza, el yoyó o las canicas entre los colegios de toda España en el siglo XX).

Frases esculpidas:

La envuelven de incómodos gestos, como si trataran de cornear a una vaquilla en una corrida.
La visión de una claridad intermedia. Meridiana, meridiana.
Ella pasó por desapercibida.
Dirige su mirada hacia el objetivo del aparato en lugar de mirar a la cámara.
Los árboles airearon el ambiente.

Vicios comunes:

Siempre todo empezó cuando.
Siempre era un día gris.
Siempre las cosas envuelven la realidad.
Siempre yo estuve allí.
Y siempre el negro es negro azabache.
La estructura como si de un… se tratara se propaga como si de un virus se tratara.
Todo daba la sensación de algo.
De color rojo, de color blanco y de color verde. Por rojo, blanco y verde.

Diario de un corrector (I)

Los mejores profesores de periodismo cultivaban la graciosa costumbre de recoger las perlas de las prácticas de sus alumnos para indicarles qué caminos no debían tomar nunca. Sin citar a los culpables, mostraban frases imposibles, palabros y disparates. Enseñaban divirtiendo, ¿o era al revés?

Ahora, unos diez años después, me toca desempeñar esa tarea oculta e incómoda de corrector. Procuro seguir el ejemplo de los que fueron mis maestros y antes de cada clase práctica leo a los futuros periodistas algunas de las carambolas semánticas que hacen en sus trabajos. En la red hay profesionales que se dedican a eso, unos que enseñan y otros que hacen literatura.

Como no quiero privaros de estos manjares lingüísticos que encuentro en las prácticas de mis queridos alumnos, inauguro ahora este apartado para manteneros al tanto. Para mí no es un esfuerzo porque ya lo hago para ellos, con todo el cariño y el respeto que merecen. Aquí todo menda se equivoca y por eso nunca viene mal ver el lado bueno de las cosas.

Ahora os dejo las primeras perlicas.

Palabros (en cursiva):

La totalidad celeste por no repetir cielo.
Refortalecer en lugar de reforzar, reponer o simplemente fortalecer.
Malsonante mueca. ¿Un oxímoron de genio?
Humanísticamente por humanamente.
Se acercó hacia mí amenazadamente.
Aquello detonaba mal gusto.
A lo lejos nunca vemos personas, sólo siluetas. Y yo a veces veo monstruos.

viernes, 26 de octubre de 2007

La culpa climática


No suelo faltar a clase. En un profesor es normal. Y eso que uno de mis defectos es la falta de diligencia en las tareas, me retraso y me lío con lo que no debo: una novela a deshora, la búsqueda de un antiguo amigo por internet, el número de citas de un viejo artículo o la redacción de un comentario para el blog. Pero nunca falto a clase.

En octubre el temporal se ha enfrascado en el levante de la península ibérica. Ha sido trágico y mediático. El 11 de octubre, jueves, antes del puente, me encontré con ese cartel al salir de la cafetería.

Nunca la contradicción entre la teoría que enseña un profesor –Derecho del Trabajo– y su ejemplo práctico –Hoy No Trabajo– fue tan tormentosa. Pero lo mejor es el relámpago final de la autoestima, ese plural mayestático, que despeja las sombras de la pereza y dispara la culpa al sistema, al cambio climático, al universo: Lo sentimos.

martes, 16 de octubre de 2007

La calva asesina


Los sustos acomplejan. Amariconan, o sea, hacen perder el carácter varonil. Sin acritud alguna. Si uno vive solo en casa sabe a lo que me refiero. Acompañados por una mujer es fácil hacerse el machote. Sus gritos anulan ese incipiente respingo tipo amago de parada cardiaca. Entonces es fácil mirarle picaronamente y decir: “Tranquila, tranquila, fue el viento”. Y se suben esos escalones invisibles de la autoestima.

En soledad no hay camuflaje ni escudo moral. El respingo afeminado le joroba a uno la conciencia durante un par de minutos. Es posible tranquilizarse con unas palabras musitadas hacia dentro: “No ha sido nada, la humedad que pellizca las paredes y pega calambrazos”. Pero si una noche cualquiera persisten los chasquidos en las baldosas de la casa llueven inmediatos esos pensamientos: “Alguien pasea por el pasillo sigilosamente, ¿aguantarán las sábanas la puñalada feroz del metal reluciente en la oscuridad?”. Después, cuando la razón analiza, se encuentra uno con que el susto no ha sido nada. Un par de cacharros de la cocina mal colocados, un montón de ropa desordenada sobre una silla, el albornoz en su percha tras la puerta, la sombra antropomórfica de la lámpara o un simple trampantojo.

La otra noche apareció un tipo frente a mí en el cajero del banco. Por cómo reaccioné podía haber sido un ladrón asesino especializado en cajeros. De golpe, dentro del habitáculo protegido, junto a la puerta. Allí estaba, mirándome. Me monté una novela tipo Stephen King en menos de medio segundo. Sí, hubo susto amariconado: un amago de respiración brusca, un movimiento de cuello protector y el reojo imposible buscando el origen del miedo.

Y sólo era un simple cartón publicitario de Antonio Lobato a escala real.

martes, 9 de octubre de 2007

El lado bueno de las cosas


A veces un roto hace las cosas más simpáticas. Cicatrices, grietas, arrugas, descosidos. Es mejor no engañarse: si se ha destrozado algo, nada de depresiones y llantos. Quizá una canción, la palabra de un amigo o la mirada de un padre cambie las cosas.

¡Cuánta preocupación desparramada por no mirar el lado bueno de las cosas!

lunes, 8 de octubre de 2007

El dinosaurio


Cuando desperté Hamilton todavía estaba allí.

viernes, 5 de octubre de 2007

Chico conoce chica (por internet) y 4

Al cabo de una semana vuelve a llamarme. Había encargado las flores –creo que dijo rosas– pero, según los de la floristería, en el hospital no había nadie con ese nombre. Blanco y en botella. Él dice que quizá ha habido un problema con el nombre. Olvidamos la floristería. Luego me cuenta que también ha llamado a la policía. Una chica apuñalada en Buenos Aires el sábado por la noche. Tarea compleja. Al parecer hay más de un cuerpo de policía en Argentina, con diversos cometidos. El colmo fue, dijo, que en uno de los departamentos sonaba como musiquita de espera la partitura al piano de El Golpe. Nos empezamos a reír. Hablamos de confabulación universal o timo a la argentina. Durante las risas vienen a mi cabeza las películas de Ricardo Darín y compañía: Nueve reinas, etc. Él no había perdido el sentido del humor, por supuesto, pero aun quería saber.

Si fuera un timo, con el dinero ya tendrían bastante. ¿Por qué la llamada de la madre? ¿Por qué todo lo demás?, me pregunta.

Claro, ¿por qué seguir la película?, sigo yo. ¿Por qué continuar exprimiéndote?

Sí, ¿por qué? ¿Por qué convertir el timo en una tortura emocional?

A los dos días volvió a hablar con la madre, tras numerosos intentos, llamadas en espera y horas de locutorio. La hija nunca estaba disponible. Él contó lo de las flores, pero sin tono de reprimenda, por si fuera cierto lo de su hija. Ella dijo que sería por culpa de la recepción y que menudos son los de las floristerías.

A mediados de agosto quedamos para cenar.

¿Qué ha pasado con la chica de internet?, le pregunto entre plato y plato, de sopetón.

Sigo ahí, a la espera, quizá me voy de viaje para visitarla un par de días. ¿Te vienes?

¡Ja! ¿Lo sigues creyendo?

En la vida hay que apostar.

¿Pero no has tenido suficiente con los miles de euros perdidos?

El dinero me da igual. Eres un capitalista. ¡Qué más da! He tenido el valor de creer en el amor.

Eso no es amor, era pura imaginación, no tenías pruebas suficientes para el amor.

¿Cuáles tienes tú en la vida real, en un bar, en una fiesta o en la calle?

La cara, los ojos, la voz. Pequeñas pistas de realidad, le digo.

Sabes perfectamente que engaños así también se producen cara a cara.

Sí, pero no le das a una recién conocida todo ese dinero de golpe.

¿No? ¿Y los que pagan por sexo?

No, no es lo mismo.

Sí, lo es. Pagar por amor, por hacer el amor. Incluso algunos pagan por sexo a plazos: algunas mujeres no son más que eso, buscan la estabilidad, el coche y la ropa al abrigo de un tipo mediocre, pero forrado.

No seas cínico. Lo peor de todo es que tú has pagado, pero sólo por la imaginación de un amor. Por la conquista. Te ha cautivado más esa búsqueda, ese juego, que el propio resultado, que es un puro fraude.

¿Y si fuera verdad? ¿Quién puede vivir una historia así?, me pregunta.

Después de cenar vamos a tomar un par de copas por ahí. En algún momento volvemos a hablar del tema. Especialmente cuando él señala a alguien, por ejemplo, a un tipo que se acerca a un chica buscando una oportunidad.

¿Ves?, me dice. ¿Eso no es un timo? Todos queremos una oportunidad.

Antes de recogernos me dice que ella le envió un mensaje al buzón de voz. Lo escucho: voz melosa, pero triste. Mucho amorcito y cielo.

Sigo pensando que ella, su madre y toda Argentina son un timo mayúsculo, y así se lo dije.


Él, afortunadamente, ha encontrado trabajo y ahora está fuera del país. Rompió con su novia. Le he escrito para decirle que su historia es pública, que la he contado, aunque mantenga el anonimato. Y le he pedido un alegato, porque creo que poca gente habría hecho lo que él hizo.

No me ha contestado.

Imagino que ha olvidado ya todo esto, aunque supongo que tendrá una pequeña herida abierta durante un tiempo. Y parece una herida que duele más si lo que te han timado no es solamente dinero.

jueves, 4 de octubre de 2007

Chico conoce chica (por internet) 3

Agosto. Un domingo por la tarde buscando un sitio para cenar. Delante de mí caminan Pepico, que no paraba de hacer bromas adolescentes, y Alfredo, que le mira con cara indulgente. Suena el móvil, apuro el cigarro y atiendo la llamada. Es un amigo, con el que no hablaba desde hacía un mes, más o menos. Me cuenta la historia de chico conoce chica por internet. Su historia. En tiempo real, sí. Una historia que terminaba con la llamada de la madre y la chica apuñalada. En cualquier caso, una historia contada con un tono que precisamente no pedía una reprimenda tipo qué coño has hecho enviando ese dinero allí. Sin embargo, tras una media hora seguida de oído y boca abierta, titubeo y suelto, como un pequeño soplido, la palabra timo. Esto lo digo después de muchas otras preguntas, y pongo cara de dolor al soltarlo.

No, no. ¿Por qué iba a llamarme la madre?, dice. ¿Por qué iba a enviarme ella los billetes?

Porque es un timo bien pensado, porque lo han hecho profesionales.

No. Ella era auténtica. Borró su perfil de la página web en la que nos conocimos, al mes, para demostrarme que le interesaba de verdad, que no estaba jugando.

La conversación se alarga en esos términos. Antes de colgar, le doy ánimos y le digo que cuando quiera volvemos a hablar. Él no podía compartir con nadie más esta aventura, porque seguía viviendo con su novia y había engañado a su padre con el tema del alquiler. Antes de despedirse, me dice que le enviará un ramo de flores. Está dolido, claramente no quiere pensar en timos, sería una mezquindad estando ella en el hospital. Por un momento me hace sentir bastante mal. Cuelgo.

Después de esos cuarenta minutos, Alfredo y Pepico me quieren matar. No saben si quiero entrar al restaurante asiático o al italiano, y me han esperado.

¡Haber elegido vosotros!

miércoles, 3 de octubre de 2007

Chico conoce chica (por internet) 2

El viernes, un día antes del vuelo, ella le llama otra vez. Los trámites para salir del país y entrar en España no son tan sencillos ni tan baratos, ella necesita más dinero, según cuenta. Él, que está en paro, y no va sobrado de recursos, engaña a su padre y le dice que necesita dar un adelanto del alquiler para conseguir más pasta. Por la tarde le dice a la chica que se lo enviará. Ella le contesta, con su acento argentino, que lo recogerá por la mañana del sábado, a través del servicio postal (Western Union), antes de ir al aeropuerto.

El sábado ella vuelve a llamarle. "Ya tengo el dinero. Lo guardaré en las medias para no perderlo. Pero no llego a tiempo al vuelo. No vayas a Málaga aún, espera a que te llame para confirmar que puedo alcanzar el siguiente, lo haré por la tarde".

Él espera ilusionado.

Imagina su encuentro en el aeropuerto, trata de adelantarse al olor de su pelo.

Pasan las horas.

Empieza a temerse lo peor.

La espera se alarga.

Ella no llama.

Ya son las diez, hora española, y no tiene señal alguna. Acude a un locutorio cercano y telefonea. El móvil de la chica no responde, está apagado o fuera de cobertura. Vuelve a casa preocupado. Durante toda la noche se agita en la cama, incapaz de conciliar el sueño. No cree que haya podido engañarle, ella le dio datos suficientes como para ganar su confianza. Sin embargo, el teléfono sigue muerto.

El día siguiente es una prórroga de la noche anterior. Acude al cibercafé, mira el móvil continuamente, trata de no pensar, se agita. Por la noche, ya abandonado, llega otra llamada.

¿Por favor, podría hablar con el señor...?

Es la madre de la chica, le llama para decirle que la noche anterior apuñalaron a su hija. Al parecer, la siguieron después de recoger el dinero en el servicio postal y luego la atracaron. "Está fuera de peligro, ingresada en el hospital".

martes, 2 de octubre de 2007

Chico conoce chica (por internet) 1

Durante dos meses mantienen una relación casi diaria por el chat. Él disfruta con ella, con su desparpajo de palabras, su ironía y el descaro con que le trata. Ella es de Argentina, estudia la carrera de leyes y él tiene diez años más, cerca de los cuarenta y está en el paro. Intercambian unas fotografías. Las de ella son bastante más sensuales y él se limita a sonreír a cámara. Él esconde esta aventura, porque no quiere terminar aún con su novia. En realidad mantiene una relación de puerta batiente desde hace meses. Pero a él ya todo le da igual y solamente cree que merece la pena vivir así, entregado a la pasión y a la aventura. Piensa: ¿Quién me obliga a mantener algo que me frustra?

Un lunes del pasado mes de agosto la conversación del chat se calienta y ambos deciden organzar un viaje. Ella le dice que puede viajar desde Argentina y pasar quince días con él, pero que no tiene dinero. Él le dice que hará todo lo posible por conseguirlo. Hablan por teléfono y precipitan el viaje. "Esta misma semana". "Sí, el sábado". Él le pide un préstamo a un amigo y envía una cantidad importante a Buenos Aires. Ella lo recoge y saca el billete. Después le envía una copia digital para darle los detalles del vuelo. En alguna ocasión bromean con la posibilidad de que ella le time. Pero es tanta la complicidad conseguida, piensa él, que parece imposible.
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Actualización (10.53): Gracias por los avisos, queridos lectores.

lunes, 1 de octubre de 2007

Professor Boba 1 – Profesor Camara 0


La ventaja de escribir cosas raras en el blog. Esta mañana Jose se me ha acercado y me ha dado un papelito similar al que veis en la imagen. Resulta que en Elche un tipo trata de competir con nuestro Professor Boba. Se hace llamar Gran Profesor Camara, sin tilde. El diseño de su anuncio es más pretencioso, pero se estrella en el paso corto de la ortografía y la redacción. La ausencia total de puntos y comas frustra el mensaje. Ni la teórica persuasión de la tipografía del nombre funciona. No ha generado ninguna respuesta significativa en internet: al parecer Boba conoce mejor el marketing viral. La clave puede estar en que este último añade una ese a su categoría laboral, pues, como todos saben, hay un abismo entre un Profesor y un Professor.

viernes, 28 de septiembre de 2007

Los viernes


Desde siempre los viernes, con ese peinado entusiasta y frívolo, lucen el sello de lo premeditado. Sí, porque los lunes caen de sopetón, como una llamada telefónica inoportuna que rompe una velada divertida. Los martes se parecen a un encontronazo, son una simple resaca del lunes. Los miércoles se acogen con cierta inquietud futbolística, a veces fraudulenta si repentinamente juega la selección. Los jueves encarnan el dicho si te he visto no me acuerdo. Y los viernes, con mucho, son los días más premeditados de la semana. Los viernes se acercan bastante a esa saliva que prepara el primero bocado del solomillo al foie. Recuerdan al olor a hierba fresca y puro de viejo justo antes del partido en la Nueva Condomina. Durante los viernes los mensajes o las llamadas suenan diferente. Dicen los más sentimentales que a veces punzan ahí dentro, en el ventrículo derecho. La misma punzada que la tarde del domingo, pero sin tristeza.

Hacía mucho tiempo que no lo escuchaba:

-Vente a la fiesta, no te vas a arrepentir. Me consta que hay alguien especialmente interesado en que vayas.

(Lo prometo: soy el hombre que más cree en las buenas rachas del universo).

Sin embargo, lo mejor en estos casos es poner una excusa y no ir.

Nunca la palabra alguien puede tener tanto peligro.

martes, 25 de septiembre de 2007

Professor Boba

Ayer, 24 de septiembre, en el parabrisas, encontré un anuncio como ese. Durante los últimos cinco años me he topado con cartelitos de ese tipo, de otros curanderos, de otros colores. Los imagino vestidos con largas túnicas floridas o de color lila, en habitáculos recargados de manteles y cortinas, en penumbra, con olor a incienso y marihuana.

Iba a escribir sobre este Professor Boba, pero antes de ponerme tecleé en google su nombre. El primer resultado me llamó la atención. Un alma gemela portuguesa (um, me gusta imaginar que ella es portuguesa), aficionada, al parecer, a la jardinería, encontró un anuncio similar el pasado 10 de agosto. El texto tiene algunas diferencias, no será lo mismo tratar la depressão portuguesa que la impotencia sexual española, claro. En uno arregla los problemas en tres días y en otro en siete. En general preferiría estar malo allí, fijaos qué placer: saúde, aproximação de pessoas amadas com rapidez, maus olhados

En cualquier caso, lo llamativo es que este hombre viaja por la península ibérica y deja un rastro de anuncios en los coches. El mío estaba en el parking de la universidad Miguel Hernández, donde trabajo. El Professor Boba apunta alto, claro. Portugal, Elche… Me gustaría saber cuál será el próximo destino.

¿Alguien ha visto alguno de sus anuncios?

Sí, he tachado el número: ¡este es un blog que no se vende!

jueves, 20 de septiembre de 2007

Nahum en Nueva York

Quizá ha sido su pasión por el cine y la literatura. O quizá por su forma de vivir, que no deja espacio para las medias tintas. Todo lo que hace lo hace a conciencia. Escribir, jugar al fútbol, hablar de política, filosofar, dar clase, investigar, viajar, querer. No podía ser de otra forma, no. Tenía que empezar a escribir su blog desde Nueva York.

Otoño en Nueva York es un lugar donde encontraremos auténticos personajes del Bronx, reflexiones muy cuajadas sobre literatura o cine y jirones de vida propia. Desde las etiquetas (Jet-lag, Overbooking, Babel, You talkin' to me?) hasta el titulo, el blog genera esa sensación de paso, de camino, de una estancia temporal lejos de casa. Sin embargo, esa melancolía madura que empapa su forma de escribir no esconde su asombro por la belleza de la vida.

Bienvenido, amigo.

martes, 18 de septiembre de 2007

La garganta de la viuda

Aguascalientes, México. En un barrio apartado de la ciudad vive una familia numerosa, con diez hijos, en una casa con jardín y perro incluido. La familia y el perro contribuyen de forma importante al ruido del vecindario. Los vecinos se quejan con frecuencia de los gritos, los ladridos, los lloros. Parece que viven al lado de una guardería, murmuran entre ellos. Junto a esta peculiar familia vive una viuda enjuta con un loro rojo y verde. Ella es la vocinglera de las protestas del barrio.

Un día, a las dos de la tarde, la mamá de los diez niños regresa de la compra. Aparca el coche y cierra la puerta con la cadera, mientras agarra las bolsas. Al encarar la casa, observa con horror cómo el perro, con un ágil salto, vuelve feliz del jardín de la vecina. En su boca, cubierto de barro y sangre, el loro de la viuda.

-¡Ahora sí que nos echan del barrio!

Inmediatamente la mujer golpea el hocico del perro y el loro cae sobre el césped del jardín como una pelota de papel mojado. Lo agarra sin pudor, abre el grifo y lo pone debajo. Lo sacude como si de un mocho se tratara y limpia los chorretones de barro de las plumas de colores. Después, corre, salta la tapia del jardín mientras agita al loro para centrifugarlo y se cuela en el porche de la vecina. Comprueba que la viuda no está, abre la jaula, deposita al loro y cierra. Corre a su casa, se sienta en un sofá, recupera el aliento y sonríe satisfecha con la mirada perdida. Misión cumplida.

-¡Ahhjjjjj!

Un grito la espabila.

Es la garganta de la viuda.

La mamá se levanta y decide seguir con el plan. Vuelve corriendo a la casa de la vecina, asustada, con cara de circunstancia.

-¡Señora! ¿Qué le pasa? ¿Se encuentra bien?

La cara pálida de la viuda, la respiración entrecortada, y el brazo caído que señala la jaula:

-¡El-el-el-el lo-lo-lo-lo-ro!
-¿Qué pasa con el loro, señora? Está en la jaula... ¡Ah!¡Está muerto!

La mamá pone cara de pena y la mira con falsa compasión. Pero la viuda se derrumba sobre una butaca, mueve la cabeza contrariada y, con los ojos muy abiertos, trata de pronunciar:

-¡Murió ayer! ¡Lo había enterrado hoy!
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PD: Historia que me ha contado mi hermano José. Dice que es real. Le creo.
Foto de Altea, de loroadictos.com.

lunes, 10 de septiembre de 2007

El tal Holden


Mi sobrino Pepe, dieciséis años, acaba de recuperar todo un saco de suspensos y pasa de curso. Dentro de una semanas empieza el Bachillerato, opción Humanidades y Ciencias Sociales. Para darle mi enhorabuena, porque me alegró mucho la noticia y creo que, si estudia más, llegará lejos, le regalé El guardián entre el centeno, el sábado pasado. Un ejemplar en la colección Diamante de Edhasa, por 9,45 euros, especial 60 años. Tipo: regalo libro para que empieces a tomarte en serio las cosas.

Hoy me escribe un correo electrónico (lo publico porque me hace gracia y sé que no le importa):

>>>>>
Dios mio! ya voy por el capitulo 14 del libro que me regalaste, es chulisimo.
El tal Holden es el puto amo! es mi idolo, se pega cada fiesta que flipas! se bebe hasta el agua del vater, es el mejor. El libro engancha mucho, me esta gustando bastante, de verdad¡ BUENO SALUDOS DEL PEPIKO, jejejje
<<<<<

Es un crack.

martes, 4 de septiembre de 2007

El único Elvis que he visto


Viernes, 31 de agosto, doce de la noche, concierto de Emilvis, un imitador del último Elvis Prestley, su voz en Europa y finalista de varios concursos internacionales. Lugar, un pub irlandés de Alicante. Ochenta personas en dos plantas, escenario minúsculo con micrófono y una mesita cubierta por un fugaz mantel dorado, botellín de agua encima. No hay banda, la música está grabada: sensación karaoke sofisticado. Repertorio: las tiernas, dosificadas con breves representaciones de los temás más roqueros. Estas últimas duran menos de lo normal, a veces no llegan al minuto, pues el imperceptible movimiento de cadera parece exigirle un esfuerzo mayúsculo. Sin embargo, ese conato de baile caderil azuza al público provocando gritos y aplusos, no exentos de chanza.

La camisa se abre poco a poco durante el concierto, casi una hora hasta el ombligo. Los pantalones marcan lo suficiente. De su físico, el pelo es lo más parecido al legendario roquero (por confirmar en las fotos de movil). Este hecho copa la mayor parte de los comentarios en las mesas. Sin embargo, cuando el mantel de la mesita se convierte en capa con águila imperial dorada, cae una sincera ovación ante un imitador que respeta a su ídolo. Entre canción y canción un tanquiuverimach que dibuja la sonrisa del público. Un bis final esperado: Love me Tender. Este Elvis alicantino se llama Emilio Sánchez y su aire irónico, consciente de su rareza, no impide que, por momentos, recupere la voz del auténtico Elvis. Prodigioso: lanzamiento final de la toallita con que se ha limipiado el sudor durante el concierto a una morena sentada delante de mí. No me salpicó. Otra ovación sincera al final.

viernes, 31 de agosto de 2007

Henry, 5 de agosto - 30 de agosto de 2007












En casa siempre hemos bautizado a los animales domésticos con nombres de futbolistas, la mayor parte como jugadores del Fútbol Club Barcelona. La casa del campo es un lugar propicio para cachorros abandonados por madres o dueños que no pueden ocuparse de ellos. Mi madre nunca nos dejaba darles comida porque si lo hacíamos se quedaban. Han pasado por casa perros como Romario o Iru (de Irureta) I y II; gatos como Bahía o Messi. La semana pasada mis sobrinas estuvieron en una Primera Comunión, a las amigas de la niña les regalaron un patito. Pues bien, ayer se ahogó en la piscina el que trajeron mis sobrinas Carmen y Teresa. Ha durado tan poco que ni siquiera se había acostumbrado a su nombre, Henry. No sé a cuál de mis sobrinas se le ocurrió, pero el nombre fue un acierto. Mi padre era el que ponía los nombres a los animales cuando éramos pequeños. Al parecer, mis sobrinas sabían de la costumbre familiar y escogieron directamente de la plantilla del Barça.


Hace un mes el gato Messi llegó al campo con otro cachorrito de su camada. Su hermano, que no llegó a ser bautizado, murió en la rueda del Peugeot de mi cuñado Santiago (aunque, por favor, silencio: les contaron a mis sobrinas que el gato se fue de casa para buscar a su madre y dejó a Messi con nosotros hasta que regrese con mamá gata). El pobre Messi no deja de llevarse golpes. Cuando ya se había acostumbrado a la extraña compañía del pato Henry, que no paraba de seguirle con su movimiento de cuello pendular, zás. El pato ha muerto en la piscina la madrugada del viernes 30 de agosto. Mi madre dice que a las tres y pico escuchó un chapoteo en la piscina. Al parecer Henry estuvo piando durante largo tiempo. Mi madre ha sido reiteradamente preguntada por si no pensó comprobar el estado del pato. “¡Sí, hombre, a las cuatro de la madrugada me voy a levantar por un pato!”. Esta mañana su cuerpecito sin vida fue recuperado del interior de la pisicina con la escoba del agua. Mi madre es la principal sospechosa, por cohecho. Sin embargo, sigue habiendo una línea de investigación tras la pista de Messi, aun sin coartada clara.

Henry. Descanse en paz.
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Apunte: La figura de mi madre queda mal en la historia, pero por hacer justicia debe apuntarse que siempre ha sido ella la que finalmente se ha acordado de cuidar, dar de comer y mantener a estos animales, a pesar de su reticencia inicial.


(Actualización, 18:37, 1 de septiembre)


Fotos de mi sobrino Pepe: Messi y Henry.

martes, 28 de agosto de 2007

Una carrera frustrada


Fue la manera más rápida de ponerle fin a una pesadilla. La pintura estaba preparada, el palo telescópico también, pero el rodillo no encajaba en el palo. Un cable de internet yacía en una estantería del trastero. Así acabó sus días, como un cabo que amarra el barco a puerto, como un alambre que cierra la bolsa del pan, como un hilo que evita la caída del botón.

martes, 21 de agosto de 2007

In media res, res de res

La primera vez que uno escribe para el blog desde un cibercafé. Esto de las vacaciones se acaba. Seguir alejado de internet permite saborear mejor los aperitivos en casa, las aceitunas rellenas y los pepinillos en vinagre. Siempre hay un vaso en el congelador de la nevera: cualquier cosa que uno vierta en él sabe mejor, sea cerveza, café solo o coca cola light (sí, con la mano levantada). Por eso, por el taburete incómodo, por el cartel de un tal Hitman, con subtítulo Blood Money, y por la flor de pelo rizado que cobra (tiempo en internet), uno tiende a escribir más rápido de lo habitual. Estos días vienen a la memoria recuerdos, quizá la soledad de casa y las noticias tristes. Es sintomático, por ejemplo, cruzarse mensajes con una amiga de hace diez años.
Sin embargo, el espíritu sigue pronto, gracias a los trabajos manuales y a la asignatura que empieza en septiembre. Los trabajos manuales son de pintura, de enyesado y de limpieza general. Hoy un cable de conexión a internet ha terminado sus días de navegante global para convertirse en un eficaz sistema de amarre. Amarrar el rodillo de pintura a un palo telescópico. No sabéis qué alto está el techo de casa. Hay foto, pero no forma de descargarla, otra vez será. Por cierto, brazos cansados y apelmazados a los dos minutos. Resultado: techo tipo cuadro de Tàpies.
Merodean por casa gaviotas y gatos, y eso que la basura acaba puntualmente en su sitio. Basura: cebolla pelada, pellejos de pollo, tomates pasados, lechuga congelada inexplicablemente, piel de melocotón, colillas y latas de ceveza o coca cola light.
Esta soledad también trae unas cuantas películas saldadas: magistral Hard Candy (gracias, Nahum, creo que hace seis meses me la recomendaste), emocionante La vida de los otros (imposible no pensar en 'otros' nosotros) y, tampoco es para tanto, Clint, Banderas de nuestros padres.

jueves, 16 de agosto de 2007

Una vuelta triste

Rompo este período de descanso por varios motivos, pero sobre todo porque tengo un ordenador a mano. Durante los últimos quince días he estado alejado casi por completo de internet. Podría decir que venía cargado de aventuras y sucesos divertidos, pero el martes pasado me enteré por José Alberto de una triste noticia, que tampoco debería serlo tanto si se mira desde un ángulo distinto. Puñetero ángulo en ocasiones como esta. Peter se nos ha ido, como dice Juanjo, al lugar donde tiene todas las letras desenredadas. Ayer estuve leyendo los comentarios y los pésames que muchos han dejado en su blog, una referencia entre muchos de nosotros, pero una pequeña muestra de lo que Peter fue en realidad. A nosotros nos queda ejercer de guardianes de la memoria, como dice Erefesa. Y seguir su ejemplo de bondad. O tintarnos el pelo de blanco.

Le conocí en 1997, en mi segundo curso de periodismo. Él era director de la revista Nuestro Tiempo. Entré en la redacción, me acerqué a su despacho, siempre con la puerta abierta, y le pedí permiso para acercarme. Me miró fíjamente, con esa manera tan peculiar que tenía de interrogar sin gastar palabras. Y pasaron unos segundos muy complicados para mí. Luego me hizo pasar y me hizo hablar. ¡Qué tío, no soltó prenda! Dos o tres preguntas solamente. Fumaba y cogía el cigarro de una forma extraña, en silencio.

Me dijo que viniera a la próxima reunión de la redacción, que se celebraba a la hora de comer todos los miércoles, semanalmente. Después me dijo que leyera varios periódicos y revistas, que recortara las cosas que me llamaran la atención, para nutrir la sección de la Serpiente, mi primera escuela periodística. A la vera de Peter conocí a los mejores maestros en eso de las letras enredadas. Tengo guardada en la memoria la imagen de Peter, en aquella mesa gris, a la hora de la comida. Antes hacíamos el paseo de la envidia: desde el Faustino hasta la redacción cargados de fritos, pintxos, tortillas, bocadillos, mientras todos los estudiantes de la facultad concentrados en el bar esperaban turno en la barra.

Le propuse, o me propuso, no recuerdo, un artículo sobre el comercio de armas internacional. Uno de los largos. Lo retrasé meses, empeñado en recoger más documentación. Un día, después de comer, cuando entrábamos en materia, Peter me preguntó cómo lo llevaba. "Estoy en ello, estoy en ello", le dije.

-Lo quiero en mi mesa dentro de quince días, ya tienes suficiente documentación.

Glup. Gracias a ese tirón pude terminarlo. A las dos semanas, antes de dárselo a Peter, lo leyó Eresfea, que ejercía de jefe de redacción como antes había hecho Pablo Echart. Eresfea lo destripó, sin dejar margen blanco. Además, y que no se enfade, creo que utilizó ¡un rotulador rojo! Cáspita, se ve que entonces no tenía elaborada su teoría sobre la psicología de los correctores. Gracias a ese trabajo conjunto, a los dos días, Peter me llamó a su despacho y me dijo:

-Tu reportaje sale en portada el próximo número.

Glup. Me lo dijo así, sin más, como si me dijera: acompaña a Maite a por los cafés. O ve a por la tortilla. Qué grande.

Siento haber sido un pelín más largo de lo habitual, pero era uno de los recuerdos que tengo de Peter. En febrero me regaló un ejemplar de una novela (foto pésima, es mía) que escribió hace tiempo. Me tocó en un concurso que hizo en Letras Enredadas. La dedicatoria:

Para Miguel, esta novela, sin comas, tan tonta. Peter. 2007.

lunes, 30 de julio de 2007

Ella escribe polaroids

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Pregunta: Si escribe canciones, ¿por qué no guiones?
Respuesta: Me encantaría, pero no tengo qué contar. Lo que tengo cabe en los tres minutos que dura un tema. Escribo polaroids, no historias.
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Como cantante: confieso que hace un par de años, durante unas semanas muy raras, escuché Marlango, grupo en el que canta Leonor Watling, pero enseguida me curé.

Como actriz: me gustó en su papel de polaroid, nunca mejor dicho, de La vida secreta de las palabras, de Coixet. También en Mi vida sin mí: esas lágrimas en la caravana junto a Sarah Polley.

La pregunta: ¿Quién canta peor, Najwa Nimri o Leonor Watling?


viernes, 27 de julio de 2007

¿Vacaciones al blog?


Uno se pregunta si ahora que llegan sus vacaciones debería también colgar el cartel al uso en su diario digital. La pregunta no es tan absurda. Lo lógico es pensar que con más tiempo para el descanso, la amistad, la cultura y la naturaleza habrá más terreno donde cultivar comentarios. Por tanto, no merece la pena cerrar el garito. Sin embargo, a uno le seduce la idea de crecer para adentro. Además, suele usar el blog en su tiempo de trabajo y finalmente lo asocia al entorno laboral. Por extensión, internet y el ordenador los relaciona al ámbito del tajo.

Pero luego viene la actualidad informativa y le joroba a uno su plan de escapada. La última semana ha sido tan suculenta que no he podido asimilarla aún. Primero fue el "Hola a todos" de El Solitario, un tipo lamentable que seguro generará simpatía entre bastantes españoles de medio pelo. Las carreras, tanto la del Tour como la de la Fórmula 1: unos que empañan el deporte del esfuerzo y otros que empañan las carreras con espionaje. Del espionaje también el caso del señor que vendía información a Rusia a cambio de caviar. Los apagones en Barcelona, el informativo y el eléctrico (por cierto, interesante mapa sobre la evolución comparativa de la red viaria entre Madrid y Barcelona). El goteo incesante (cliché periodístico) de detenciones de terroristas, feliz noticia por otro lado. Los comienzos resacosos de los equipos de primera división, con detalles extravagantes como la vuelta de Simao Sabrosón.

Por tanto, uno no sabe qué decidir, si colgar el cartel de cerrado por vacaciones o simplemente escribir y dejar la duda colgando al final. Siempre queda la satisfacción de leeros en vuestros blogs. Felices vacaciones y que disfrutéis de vuestro verano, a pesar de la moda ibicenca.

lunes, 16 de julio de 2007

Jataparse


Diego, Alfredo y José me contaron entre risotadas uno de los recuerdos de su infancia en el colegio. La historieta la protagoniza el profesor de literatura, Don Ángel, también conocido como Profesor Miyagi, pues recordaba al legendario actor de Kárate Kid, Pat Morita. Una tarde, Don Ángel estaba ya cerrando su clase de literatura y tenía prisa por recoger los trabajos sobre San Manuel Bueno Mártir. El revoltoso de siempre, un tal Tejeda, no dejaba de armar jaleo, incordiando a diestro y siniestro. En esas, Miyagi explotó y dijo a grito pelado:

-¿Te has jatapado ya?

Atónitos, los alumnos trataron de averiguar qué palabra era esa y pensaron que su ignoracia no les permitía llegar a tal erudición. Después, cuando el profesor lo arregló, tuvieron que aguantar la carjada.

-¿Tejeda, has terminado ya?

Todavía tengo agujetas por la risa. Cumple a la perfección el esquema del antihéroe: convoca a un público amplio, cierta dosis de soberbia, bloqueo cruel y fatídico intento de arreglarlo. Miyagi, bienvenido al club.

Ahora solo queda convocar a la Real Academia de la Lengua y proponer la inclusión de jataparse, pero, ¿con qué significado? ¿Voluntarios?

martes, 10 de julio de 2007

Esperar o no


Ayer conduje de vuelta a casa con Bob Marley. Volví a pararme en el estribillo de Waiting in Vain. I dont wanna wait in vain for your love. Después, fácil juego, he cambiado el orden de las palabras, y así termino este comentario:

No quiero esperar tu amor en vano.

No espero querer tu vano amor.

No amo tu querer esperar en vano.

No en vano tu amor es querer esperar.

jueves, 5 de julio de 2007

Clase de inglés


La profesora de inglés ha dicho hoy que no le gusta la doble moral que impera en los Estados Unidos. En cuestiones como la bebida, la droga o la pornografía le parecen especialmente hipócritas, los peores del mundo.

–Nos tratan de vender su ideal de perfección en esas películas cursis. Salvo dos o tres, como Oliver Stone y ese gordo, ¿cómo se llama?
Michael Moore– digo desde el fondo.
–Sí, ese. Como decía, salvo estos dos, que son honestos y sinceros. Estoy obsesionada con ellos, no los soporto.
–Cuando estuve en Boston me parecieron hospitalarios– dice una compañera.
–Sí, eso dicen– replica la profesora. Yo nunca he estado allí, pero he conocido a muchos estadounidenses, he trabajado con ellos.

Luego entramos en una conversación sobre la gastronomía.
–En Inglaterra, no hay comida propia, es terrorífico. Todos los restaurantes son extranjeros, sólo venden comida típica de otros países– dice uno de los compañeros.
–Eso no es verdad. Será porque no habéis estado en los lugares adecuados. En las casas siguen haciendo comida típica inglesa. Si no vais a los sitios indicados, podéis llevaros una imagen equivocada–, concluye la profesora.

jueves, 28 de junio de 2007

Lost In Conversation

–¿Has visto lo de los Kaczynski?
–Una cláusula de moralidad que les exime de algunos compromisos ante los tribunales de la Unión Europea en temas como la homosexualidad o el derecho a la vida del feto.
–¡Qué jeta! Yo no los dejaría comer del pastel.
–¿Por qué no?
–Porque no pueden beneficiarse del resto si no cumplen los mínimos que la mayoría de ese acuerdo territorial exige, especialmente cuando se refiere a cuestiones que afectan a los derechos humanos.
–¡Derechos humanos! Entonces, les dejamos firmar el tratado, pero con condiciones. O sea, hacemos injerencia de guante blanco.
–Nada de injerencia. Si quieren Europa, tienen que comulgar con nuestra visión de las cosas, con los derechos humanos que están aceptados aquí.
-Claro, sería como llevarse bien con Irán, Venezuela o Cuba, países donde no respetan algunos derechos humanos.
–Más o menos.
–Por cierto, ¿el aborto es un derecho humano?
–¿Qué? No podemos permitir que jueguen en nuestra liga y no respeten las reglas. Si no, que vayan a segunda división, con los países tercermundistas.
–O a segunda B, con los países donde hay fundamentalismo islámico.
– A la hoguera con ellos, por conservadores rancios.
–No hay derecho.
–Claro, imagina un país donde algunas regiones tienen el privilegio de añadir diferentes cláusulas que les eximen de los deberes y de las leyes vigentes en ese estado. ¡Sería muy injusto!
–Ah, ¿pero eso no ocurre en España?
–No, aquí hay soberanía nacional que reside en todos los españoles.
–¿Un murciano puede decidir que en Cataluña los colegios públicos ofrezcan las mismas clases en castellano que en catalán?
–No, tanto como eso no. Pero, al menos, un catalán que se sienta abusado tiene la posibilidad de acudir a un tribunal de apelación en Madrid, que le ampare ante los posibles atropellos de la autoridad local.
–¿Seguro?
–Sí, segurísimo.
–Cambiando de tema, ¿has visto la bronca que se ha liado en el Europride a cuenta del pregón?
–¿Qué ha pasado?
Marta Sánchez lo iba a leer en inglés y la abuchearon.
–Claro, es que aquí en Chueca se habla en cristiano, joder.

martes, 26 de junio de 2007

Después de ver a Nelson



Nelson es un tipo que echa a suertes su destino. Lo sortea literalmente. Su reto al azar se concentra en un gesto concreto, el movimiento del dedo, y además se atreve a cantarlo. Puede parecer que un modelo así queda lejos de todos aquellos que toman las riendas de su vida y deciden su camino sin pestañear. Pero no es así.

Recuerdo las conversaciones y correos que gastaron dos amigos para reconciliarse con su libertad. Películas, libros y canciones servían de excusa fácil para poner en solfa las decisiones que habían tomado en su vida. ¿Por qué estudiar letras mixtas en el instituto? ¿Por qué elegir esa carrera? ¿Por qué trabajar en esa ciudad tan angustiosa? ¿Por qué dejar de hacerlo? ¿Será esta la mujer? ¿Qué partido ver cuando se están jugando la liga (foto)? ¿Hipoteca a tipo fijo o a tipo variable? ¿Dónde tirar la basura? ¿Reciclar o no (foto)?

Hay una edad, parece que entre los 24 y los 30, en la que se pierde el rumbo o, al menos, el sentido del rumbo tomado y vienen las preguntas: ¿Por qué he llegado hasta aquí? ¿Cómo ha sido? ¿Es esto lo que quiero para el resto de mi vida? Es esa época en la que se acude mucho a Paul Auster o a Borges y se gastan los deuvedés tipo Crash de Paul Haggis, la trilogía de González Iñárritu o Magnolia de Paul Thomas Anderson. Uno puede preguntarse entonces si realmente ha tomado las riendas de su vida y sabe qué camino lleva. Otros en cambio creen que esa pregunta no tiene sentido y que la belleza se encuentra a la vuelta de la esquina. Se han dado muchos casos de volantazos sintomáticos. Cualquiera podría contar uno.

Parece que lo propio de elegir una calle es elegir la adecuada, aunque para Nelson lo propio de elegir pueda ser el acto de elegir en sí mismo. Los animales tienen el instinto. Nosotros, la libertad y algo más, allá cada cual.

martes, 19 de junio de 2007

Nelson en la encrucijada



Un hombre de color con hechura y cara de blanco está parado con un carrito de la compra en plena calle Trapería, junto a la plaza Santo Domingo. Como una escultura en un cruce de calles abierto a las cuatro orientaciones. Viste vaqueros azules y una camisa blanca arrugada. Gira mecánicamente la cabeza de izquierda a derecha, al centro, y otra vez a la izquierda. Lo tengo frente a mí, a veinte pasos y durante todo el trayecto no dejo de mirar cómo mueve el dedo índice de la mano derecha, que acompaña los movimientos del cuello. Izquierda, derecha, centro, otra vez izquierda. Parece que piensa: “pito pito gorgorito dónde vas tu tan bonito”. Me fijo en el carro del supermercado, un complemento ajeno al lugar que sólo suelen vestir los vagabundos en ese entorno de la ciudad: un par de bolsas de harina, dos o tres paquetes, botellas de agua y algo más. Paso por delante de él y entro en la calle que queda a su derecha. Él sigue echando a suertes su destino. Su camino. A mi espalda oigo el ruido metálico inconfundible, miro hacia atrás y le veo en marcha. En ese momento vuelvo a pensar en él. No parece un pobre hombre, pero el carrito y su contenido son sintomáticos. ¿Qué estaba jugándose con ese movimiento del dedo índice? ¿Es la verdadera encarnación del hombre abandonado al azar?

El ruido del carrito se aleja y parece que se ha desviado por un callejón sin destino claro. De repente, absurdo, sí, me doy la vuelta y corro tras él. Tres fotos de móvil, pero estaba ya lejos. Desde hoy le llamaré Nelson y espero que el azar vuelva a ponernos en la misma encrucijada. Aunque yo solo fuera a la farmacia por pastillas para la caída del pelo.
Fotos: la primera, una alternativa perdida para Nelson. En la segunda, se le ve de espaldas, en pleno centro de la calle, a lo lejos. Un hombre le sigue.

martes, 12 de junio de 2007

Mostrar las vergüenzas

Hace tiempo añadí la etiqueta antiheroísmos al blog. Lo hice para contar esas numerosas batallitas torpes que le ocurren a uno. En esto creo que soy como todos los demás: escondo el error, disimulo el fracaso y evito la vergüenza. Sin embargo, hay torpezas de gran tamaño que uno no esconde. Además, esos momentos suelen compartirse con algún amigo que los vivió como actor secundario. Si el amigo sabe echarle la salsa adecuada, ese pequeño guirigay engorda con el tiempo y con cada reunión. Traigo una peculiar clasificación de las meteduras de pata según la intensidad de la vergüenza que siente uno al revivirlas: las cotidianas anónimas, las macabras y las que te estremecen cada vez que las recuerdas.

Las torpezas cotidianas anónimas son múltiples y, en ocasiones, de consumo propio. No saltan la frontera de la conciencia personal y apenas son perceptibles por los demás. Sin embargo, el pensamiento de que alguien pueda observar produce un profundo desasosiego. Pienso, por ejemplo, en la devolución de saludos que no van para uno; en la cremallera abierta; en los dos minutos que se emplean en arrancar el coche después de calarlo en plena calle; en las zancadillas que nos pone la estructura de la ciudad. Les solemos dar más énfasis del que en realidad tienen.

Las macabras son aquellas pifias personales que involucran a otras personas. Lo de macabras es porque apuntan al pecho con mirilla telescópica: amor, trabajo, familia. Conversaciones con viejos amigos, antiguos colegas de trabajo o simples conocidos. Los simples conocidos son caldo de cultivo para deslucimientos y múltiples quebraderos de cabeza. ¿Cómo actuar con esas personas que te presentaron una vez y apenas conoces? Hay temporadas en que uno resbala a cada paso por la calle: “¿Qué tal tu novia?”; “¿Cómo le fue a tu padre en la operación?”; “¿Va bien el trabajo en el despacho?”; “¡Recuerdos a Cristina!” El error suele venir en forma de interrogante y trae una condena en la respuesta: “No sé, hace tiempo que no la veo”; “Le enterramos el año pasado”; “Estoy buscando algo ahora, vamos, que me han despedido”; “No se llamaba Cristina, era Marta”. Lo peor es cuando uno llama a la novia del amigo con el nombre de la ex.

Las que estremecen tienen que ver con uno mismo y no son llamativas. Son esas cartas de amor desesperadas sin devolución; mensajes encendidos y alterados que nunca debieron salir del teléfono o del correo; o esas repentinas e inoportunas dosis de orgullo delante del jefe. Pero las que más duelen dentro de esta categoría son esas escenas que uno nunca quiso protagonizar, como esas palabras metidas a cuchillo en enfados familiares o amorosos. Los miles de entrecejos fruncidos y los silencios más crueles. Sí, son esas vergüenzas que muerden en la conciencia como gusanos cada vez que uno las revive. Por eso conviene destapar el tarro con los amigos y la gente de confianza.
Foto de Anita.

martes, 5 de junio de 2007

Gisele y Kaká no se conocen











Gisele Bündchen: "Cuando la Iglesia hizo sus leyes, hace millones de años (sic), la mujer era virgen, el tipo era virgen. Hoy nadie más se casa virgen" (Abc.es).

Kaká confiesa que le costó llegar virgen al matrimonio: “Si hoy nuestra vida es tan bella, creo que es porque hemos sabido esperar”. [¡Y por tu sueldo en el Milán, crack!]

¡Brasil! ¡Cuánta maravilla reunida!

El torneo de Roland Garros


Primera semifinal individual femenina de Roland Garros, María Sharapova (Rusia) contra Ana Ivanovic (Serbia). ¿Con quién vas tú?

lunes, 4 de junio de 2007

Homenaje a Peter


Alberto Montt, dibujante.
[Visto en un blog muy recomendable].

viernes, 1 de junio de 2007

¿Sabes decir De Juana Chaos?

Me cuenta Alfredo que de diez veces que lo oye pronunciar en la calle, con sus amigos o en el trabajo, solo una es correcta. “Juana Chao”. “El Chaos ese”. “Iñaki Chaos”. “De Juanas Chao”. “Manu Chao”. Y no digamos si hay que incluir la preposición de. “La novia De Juana Chaos”. “Si, Juana, la novia de Del Chao”. Claro, el problema se multiplica cuando escuchamos la radio o vemos el informativo. El estilo y la corrección periodística sugieren no repetir el sujeto de la misma forma. Así, escuchamos a Matías decir “Iñaki de Juana”, “José Ignacio”, “el terrorista Chaos” en una misma pieza. La audiencia, que no tiene por qué conocer esto, se lía y luego escupe nombres incorrectos por doquier. Como lo de la corrupción política en Andraxt, que a mi vecino al principio le sonaba a terrorismo químico. “¿Ahí es donde se contagia el carbunco?”. A los periodistas les da por las palabras de moda y cambian a los tres días: la fiebre del pollo, la gripe aviar, gripe aviaria; ántrax o ácido carbunco. Son palabras o clichés periodísticos que triunfan, como la canción del verano: “pocero”, “malaya”, “opá”. A muchos paisanos de mi pueblo les ocurre que no saben decir “ibuprofeno” (Espidifen, Gelocatil, etc.): “imuprofeno”, “ibupofreno”. “Dame el Pofreno ese, coño”, le dicen al farmacéutico. ¿No os ocurre algo de esto con algunas palabras cotidianas? Yo es que soy epiléptico perdido. Perdón, disléxico.

martes, 29 de mayo de 2007

Una 'entrada' violenta

Nuevas tecnologías, viejos vicios. Este artículo en El País confirma las sospechas. Ya están aquí. La red de redes se gobierna por la masa embrutecida, por el rumor, por los instintos más bajos. Son los mismos ánimos colectivos que empujan a tirar botellas a un entrenador, a insultar a un árbitro o a pegar una paliza a un pobre individuo en cualquier calle de pueblo. Iguales que los cuchicheos en las plazas de la ciudad o que los dedos que señalan a esa que es una prostituta. Igual que los que callan y comparten la tortura y el terror de los lugares donde ni siquiera es posible votar sin presión. El anonimato desde el que se refugia la gente para despojar la dignidad de las personas. Vuelve el juicio de la hoguera. Son violaciones virtuales, consentidas, compartidas y consumadas. Miles de pederastas en potencia. Serial Killers del youtube. Terroristas por el placer cibernético. No hay vuelta atrás, las máquinas se vuelven contra el hombre, contra aquello noble e incorrupto del hombre. Cada nueva ventana digital genera un millón de miradas viciadas y sólo unas pocas limpias, las vuestras, la tuya, la tuya y la tuya. No nos abandonemos.
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Olvidad esto que escribo y disfrutad, por compensar, de este breve vídeo que repasa la belleza de la mujer en los retratos del arte occidental.

miércoles, 23 de mayo de 2007

Capullo de Jerez


Quiero huir de la campaña electoral, esconderme donde no pueda oír ni ver a ninguno de los bocazas que contaminan todo el sistema de medios de comunicación, blogosfera y calles con altavoces premodernos. Hoy me refugio fugazmente en mi querido Liverpool, volveré a casa con la música de los Beatles en el coche y disfrutaré de una tarde futbolística con un gran amigo, Jose. Quiero irme a la cama saboreando el triunfo de Benítez. Y si no ocurre, me emocionaré cuando Maldini levante la orejuda. Y, después, es probable que me baje unas canciones de Capullo de Jerez, un cantante que "encierra los secretos del flamenco más rancio". Rfa., uno de los autores del siempre interesante, fresco y lúcido blog Sindrogámico recuerda en un comentario algo que le ocurrió a un amigo en el Festival de Cante de Las Minas (La Unión, Cartagena, Región de Murcia):

Mi amigo estuvo allí hace un par de años para grabar un documental. Cuando volvió le pregunté qué tal, y me dijo que muy bien, pero que un día había sido incapaz de emocionarse. ¿Por qué?, le pregunté. Porque justo ese día actuaba Capullo de Jerez, me contestó, y mientras él se desgañitaba en el escenario, el público le aclamaba con gritos como "Capullo, eres el mejor" o "te queremos, Capullo". "No te imaginas lo difícil que era aguantar la risa, Rfa.", me dijo. Y entiendo a qué se refería, porque todavía hoy me parto al imaginarlo. ¡Para que luego digan que el flamenco es cosa seria!

martes, 22 de mayo de 2007

Lenguaje y enfoque de la realidad

Por culpa del hombre (género neutro en este caso, curioso) se extinguen al día 150 especies, según la ONU. Las mata con saña. Se trata de la mayor catástrofe biológica desde la desparición de los dinosaurios, a pesar de Monterroso. Aunque entonces no había ni hombres ni calentamiento global a quien culpar, lástima Al Gore.
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Según el Ministerio de Sanidad, en España se producen al día 250 interrupciones voluntarias del embarazo (datos de 2005).
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Yo me acostaría con el verbo impersonal y el eufemismo.

miércoles, 16 de mayo de 2007

Fórmula Quinta y Fórmula Sexta




Los catalanes de Mediapro han adquirido los derechos televisivos de la Fórmula 1 (2009-2013): doscientos millones de euros para Bernie Ecclestone y los suyos. Es posible que para entonces no ocurra lo del pasado domingo. Fui a tomar un aperitivo con Juan y Leopoldo a Cafébar, mítico local de tapas en la céntrica calle Alfonso X el Sabio (Murcia), en el tontódromo.

Habíamos pedido un par de marineras –ensalada rusa sobre una rosquilla; a los que no son de aquí siempre se les cae al suelo– y unas cuantas cañas. La gente apiñada junto a la barra y en todos los grupos comentarios de mil expertos en Fórmula 1. “La salida es fundamental”. “El Massa ese cae en la primera curva”. “¿Hamilton? Tenían que haber puesto al español como pareja de Alonso, pijo”.

Se apaga el semáforo, los pilotos aceleran y pelean por ganar una posición. En la primera curva un grito conjunto acompaña el intento de Fernando Alonso de doblar a Hamilton por fuera. Fue una versión del olé de los toros –o de los rondos en los partidos de fútbol– que vaticinaba el esperado adelantamiento. Al final, frustración. “¡Si lo ha echado, eh!”. “A ver si ponen la repetición”. “Es que a Massa le pagan para ganar, no para hacer amigos”. “Ya, pero eso es ilegal”. Polémica servida para todo el aperitivo. Antes de la carrera, nadie se hablaba. Después, la gente saltaba de un grupo a otro para intervenir en la discusión. Son momentos divertidos para cualquier observador. La gente roba la palabra, impone su criterio, da la razón, pregunta, se acude a la historia reciente. Momento delicado: uno de los interlocutores desconocidos quiere mantener la polémica pero el otro no sabe cómo quitárselo de encima y la chica al lado recoge las migajas de la rosquilla.