lunes, 18 de julio de 2011

Midnight in Paris

La última de Woody Allen merece la pena. Recupera esa brillante y sencilla forma de contar de Annie Hall, Manhattan o La rosa púrpura de El Cairo. El tema de la película es clásico y romántico: la nostalgia por un tiempo mejor. Este tema se acomoda sin estridencias en el escenario: París. La ciudad es la excusa para el tema, o quizá al contrario: ese es el mejor tema para hacer una película en este París decadente actual. Si Vicky, Cristina, Barcelona fracasa como película e historia sobre una ciudad, en este caso Allen triunfa.

El asunto no es original, ni los recursos narrativos. Pero este tipo lo hace con tanta gracia, que el cliché literario (la historia dentro de la historia; la fantasía como evasión de una realidad fría y aburrida; la vocación literaria; la vida bohemia del escritor) le funciona como si fuera nuevo. A ello le ayuda un desenvuelto Owen Wilson, alter ego de Allen, y la preciosa Marion Cotillar. Para no fastidiar las graciosas sorpresas de la película, no mencionaré los personajes que desfilan por la trama, a quienes se debe parte del éxito de esta Midnight in Paris. En fin, una película divertida, fácil (que es lo más difícil de hacer) que le deja a uno con una sonrisa y un poco de ilusión en estos tiempos de primas de riesgo y sin vergüenzas por doquier.

---Actualización, 19/06---
Aquí dicen que es la película de Woody Allen más taquillera en Estados Unidos. Buceando un poco más, encuentro la crítica de ese mismo periódico, con la que me alegra coincidir. Pero, antes, hay que ver la película.

viernes, 8 de julio de 2011

Bartleby (II)

'Ya nunca llamas', me dijo uno. 'Quédate un poco más', me dijo otro. Unos me invitaron a sus casas, otros no quisieron compartir mesa conmigo. Fui a los toros, visité a los indignados de Murcia. Hacienda me devolvió dinero, yo se lo di al banco. Entré en la Iglesia, bajé al sótano de un garito mexicano. Se me pasó el arroz de una paella, pero lo clavé en otras tres. Me tocaron el coche nuevo, pero me había comprado un seguro a todo riesgo dos días antes. Se casó mi hermano pequeño y me hicieron padrino de una sobrina. No gané ninguna apuesta en Atlantic City, pero, afortunado yo, una persona me esperaba en Alicante. El Barcelona perdió una copa monárquica y ganó tres jugando colectivo. El Real Murcia volvió a Segunda. Me fui de viaje, volví a casa.

Di clases en una universidad del Bronx, pero en mi asignatura de Elche sólo asistió el 35%. Viví en el Upper East Side, en La Flota y en La Albufereta. Invité a comer, me pagaron cervezas. Perdí pelo, gané kilos. Voté en las elecciones de mi ciudad, de mi universidad y de mi departamento, pero nunca me resultó tan indiferente. ¡España ganó un Mundial! Me saqué el carnet de la librería pública de Nueva York y de un videoclub de Alicante. Probé comida china, vietnamita, etíope, india, koreana, japonesa, mexicana, aunque sólo esta me produjo el mal de Moctezuma. Me hipotequé... Sí, me hipotequé. 

Dos amigos se casaron, tres tuvieron hijos, uno perdió a su novia y dos se fueron al paro, y todos son distintos. Jugué al fútbol y marqué goles. Perdí dos lápices de memoria digital, compré un ordenador y una cámara de fotos. Caminé por Getaria, Ainsa, Olite, Roda de Isábena, Madrid, Cracovia, Wroclaw, Alquézar, Altea, Villa Joyosa, recorrí Williamsburg, Tribeca, Queens y Guanajuato. Me bajé música sin pagar, compré algunos libros. Se me encararon algunos alumnos, otros me escribieron agradecidos. Metí la pata, pedí perdón. Insulté a los demás conductores, hablé sólo, me asusté en la oscuridad. Imaginé muchos textos para el blog, pero me censuré otros tantos.

Soñé aventuras y mentí cuando dije no recordarlas.  

jueves, 7 de julio de 2011

Bartleby

Un Bartleby. Un año entero sin escribir en el blog, se dice pronto. Desde el 7 de julio de 2010 hasta el 7 de julio de 2011. Desde Austin (Texas) hasta Elche (Alicante). Han pasado muchas cosas. Se acabó la aventura neoyorquina, me compré una casa, renové el coche, perdí amigos, gané otros. Recibí lecciones, di pocas.