viernes, 30 de marzo de 2007

Ultraderecha purpurada homófoba hollywoodiense y bushista

Me permito un breve comentario sobre la res pública, sin que sirva de precedente. Habitualmente omito estos temas porque ya hay suficientes foros mediáticos y espacios de discusión en internet sobre política en España. Imagino que los lectores de otros países (los hay) tendrán bastante con lo suyo, así que seré breve. Desde hace unos meses se habla de crispación nacional, como si fuera algo nuevo. Y se señala con el dedo a unos alborotadores políticos y mediáticos en particular. Ellos son los culpables de todos los males de la sociedad, se dice.

Retomo ahora un texto de Eresfea, publicado el 12 de diciembre de 2006:

Piense en algo que esté mal en el mundo. ¿Ya? Ahora busquemos al culpable: Bush, las multinacionales, la globalización, el capitalismo salvaje, el incumplimiento de los protocolos de Kyoto, la iglesia católica, los jueces, los árbitros y los entrenadores, los militares, la televisión, las drogas, los pesticidas, las grasas trans y el colesterol malo. Encontró al culpable, seguro. El mundo de la culpa no tiene ombligo (sigue).

Me gustaría que se hiciera una lista oficial, para que uno supiera a qué atenerse en su vida. Una lista donde estuvieran los malos y los buenos. Todo sería más fácil.

Foto: seguro que podéis mejorarla (Robbins, no Robins).

miércoles, 28 de marzo de 2007

Abajo con el aguilucho


Estaba buscando noticias de interés humano. Según el texto que estudian los alumnos, de la profesora Fontcuberta, hay dos tipos dentro de esa categoría: por un lado, aquellas que narran un acontecimiento que interesa especialmente por la parte humana (véase emocional) y, por otro, aquellas que tratan acontecimientos de relieve, pero incluyen una pequeña anécdota o suceso tierno, simpático o ridículo (el "Vaya coñazo he soltao" de Aznar o "Esto lo entiendes en dos tardes" de Jordi Sevilla a Zapatero o, mejor todavía, los calcetines agujereados de Paul Wolfowitz, presidente del Banco Mundial). En esas estaba, navegando en busca de una de las primeras, cuando he encontrado esta. Al ver la foto pensé que estábamos ante una teatralización de la repulsa colectiva a los símbolos preconstitucionales. Pero no, me equivocaba, el pajarraco es una simple pava, la pobre. El gobierno andaluz dice que el lanzamiento «provoca al animal sufrimientos o daños injustificados y antinaturales». Así que el pueblo entero expedientado, y el alcalde del PSOE a la cabeza.

jueves, 22 de marzo de 2007

There's always tomorrow

La semana pasada fui a la Filmoteca para ver una de Douglas Sirk. Tengo varias cuentas pendientes con él, pero aquel día solo pude atenderle a las ocho de la noche. La película, Siempre hay un mañana, es una de esas historias bien contadas, sencillas y clásicas, de amor frustrado. También podríamos decir de amor victorioso, depende del ángulo desde el que se vea. Un hombre de mediana edad encuentra en un amiga del pasado el calor y la atención (la frescura) que ha perdido en su casa, un hogar americano estándar de mediados de siglo: madre perfecta gestora y tres hijos con futuro.

Al salir de Salzillo, Rebeca dice:

-Sí y no.
-Explícate.
-No siempre debe uno aniquilarse por el bien de los otros.
-¡Hala!

Efectivamente, había una historia.

Fotograma: There's always tomorrow, Douglas Sirk, 1956. USA. B/N. 84'.
Para los juguetones de la intertextualidad, la película ofrece el paradójico reencuentro de los castigados Barbara Stanwyck y Fred MacMurray, viejos conocidos de aquella fatídica relación en Double Indemnity, esa obra maestra del cine negro del gran Billy Wilder.

miércoles, 21 de marzo de 2007

Product (thinking) placement

Lo más interesante de esta noticia no sólo es corroborar el éxito de una estrategia publicitaria vieja y nueva como el Evangelio. Pensad en la cantidad de ideas que se venden en las series, en las películas y en las novelas. El entretenimiento es vehículo de productos y de pensamiento. Aunque sea una perogrullada, conviene recordarlo.

Podéis leer más sobre esto aquí y aquí.

miércoles, 14 de marzo de 2007

Antiheroísmos cotidianos


Los que me conocen un poco más (la verdad, casi todos los que leéis estas líneas) saben de mi afán por las escenas de fracaso cotidiano. Afán, tanto pasivo como activo. Quiero decir, muchas veces me gustaría no ser protagonista de ellas. Pero lo soy. Ayer me ocurrió otra vez. Siete de la tarde, aparco el coche en la planta de abonados. Zona tranquila, silenciosa, con menos afluencia y cerrada al pueblo llano. Huelga decir que la plaza es de mi madre, claro. A mí no me llega para tanto. Antes de subir a la calle, ganas repentinas de ir al servicio de caballeros. En el camino, la penumbra me transmite confianza y me arranco con el estribillo de una canción que venía escuchando en la radio: I blame you for the moonlit nights. Miro para confirmar mi soledad, aun así: repentina vergüenza ante la posibilidad de un público escondido. Antes de entrar al baño, encima de una caja de mangueras para apagar incendios, hay una chupa de cuero. La miro extrañado, pero la ignoro y hago mis cosas. Durante la acción, pienso: “No debería dejar la cazadora ahí, quizá la dueña (o el dueño) ande buscándola desesperado. Puede que tenga el móvil dentro. O su cartera, con sus datos”. Efectivamente, un lado de mí acaba convenciendo a ese otro yo perezoso, despreocupado y pasivo, que no tiene ganas de complicarse la vida. Me lavo las manos, miro una pintada en la pared: “Fran Perea el que lo lea”. Y salgo. Me acerco a la cazadora, que está colgada sobre la caja como en un chaquetero antiguo. Palpo en los bolsillos, como si fuera un policía profesional, sin descolgarla, con esa mirada de ciudadano responsable.

-Eh, es mía.

Un hombre en camisa, un par de coches más allá, a oscuras, limpia el salpicadero. Ni siquiera me mira. Yo, en silencio, pulso acelerado: qué digo ahora. Sensación parecida a palomo en la jaula.

-¡Ah! ¡Eh! No, ya, sólo estaba comprobando si se la había dejado alguien, para devolverla, ya sabe.

Me voy, procuro no hacer caso de mis piernas, que piden acelerar el paso a la señal de vergüenza del cerebro. En el último tramo del garaje, para no dejar dudas sobre mi inocencia, me pongo a silbar el estribillo de I blame you for the moonlit nights, porque esta vez la voz no me sale.

jueves, 8 de marzo de 2007

Arreglárselas


Me gusta la palabra arreglar. La acabo de leer en la práctica de una alumna, y me ha hecho gracia. He sonreído. Ella dice que "los libaneses siempre van así de arreglados". Ir bien vestido, correcto, acicalado, dice el diccionario de la RAE. También tenemos el "ya te arreglaré, ya", como una amenaza cariñosa a un amigo o a un hijo. Y si es a una chica... O la versión sencilla: ¿Me arreglas el juguete, tío Miguel? Nada como el del autosuficiente: Que no, que yo me arreglo, déjame en paz. ¡Hay que arreglárselas como uno pueda! Las cosas de la vida.
Foto: una de arreglar en google.

miércoles, 7 de marzo de 2007

Pon un 'qué' en tu vida

Pensar antes qué vas a decir y a quién se lo vas a decir. Esa es una de las premisas que nos enseñan en las facultades de periodismo, en esas asignaturas donde se ensayan los primeros titulares, las pirámides invertidas y los pies de foto. Reflexionaba sobre esto al ver la fecha del último comentario del blog y he sentido la necesidad de dar señales de vida. Pero antes hay que saber qué quiere uno decir y a quién. Estos días hay mucho qué suelto en la actualidad informativa: la sweet back home de De Juana Chaos; la muerte de Coll; el derby Barça-Madrid de la Sexta, etc. También los hay en el ámbito personal: la excelente novela, recién leída, Ácido Sulfúrico, de Amélie Nothomb; la comida del sábado pasado en el monte con unos amigos; el último disco de Arcade Fire, pirateado en la red; los papeles de la beca Fulbright; las visitas a pisos en busca de casa; o el último sábado por la noche.

Sin embargo, un qué se impone al resto.

¿Hay en tu vida un qué grande y orgulloso, que se merezca unas mayúsculas?