viernes, 28 de septiembre de 2007

Los viernes


Desde siempre los viernes, con ese peinado entusiasta y frívolo, lucen el sello de lo premeditado. Sí, porque los lunes caen de sopetón, como una llamada telefónica inoportuna que rompe una velada divertida. Los martes se parecen a un encontronazo, son una simple resaca del lunes. Los miércoles se acogen con cierta inquietud futbolística, a veces fraudulenta si repentinamente juega la selección. Los jueves encarnan el dicho si te he visto no me acuerdo. Y los viernes, con mucho, son los días más premeditados de la semana. Los viernes se acercan bastante a esa saliva que prepara el primero bocado del solomillo al foie. Recuerdan al olor a hierba fresca y puro de viejo justo antes del partido en la Nueva Condomina. Durante los viernes los mensajes o las llamadas suenan diferente. Dicen los más sentimentales que a veces punzan ahí dentro, en el ventrículo derecho. La misma punzada que la tarde del domingo, pero sin tristeza.

Hacía mucho tiempo que no lo escuchaba:

-Vente a la fiesta, no te vas a arrepentir. Me consta que hay alguien especialmente interesado en que vayas.

(Lo prometo: soy el hombre que más cree en las buenas rachas del universo).

Sin embargo, lo mejor en estos casos es poner una excusa y no ir.

Nunca la palabra alguien puede tener tanto peligro.

martes, 25 de septiembre de 2007

Professor Boba

Ayer, 24 de septiembre, en el parabrisas, encontré un anuncio como ese. Durante los últimos cinco años me he topado con cartelitos de ese tipo, de otros curanderos, de otros colores. Los imagino vestidos con largas túnicas floridas o de color lila, en habitáculos recargados de manteles y cortinas, en penumbra, con olor a incienso y marihuana.

Iba a escribir sobre este Professor Boba, pero antes de ponerme tecleé en google su nombre. El primer resultado me llamó la atención. Un alma gemela portuguesa (um, me gusta imaginar que ella es portuguesa), aficionada, al parecer, a la jardinería, encontró un anuncio similar el pasado 10 de agosto. El texto tiene algunas diferencias, no será lo mismo tratar la depressão portuguesa que la impotencia sexual española, claro. En uno arregla los problemas en tres días y en otro en siete. En general preferiría estar malo allí, fijaos qué placer: saúde, aproximação de pessoas amadas com rapidez, maus olhados

En cualquier caso, lo llamativo es que este hombre viaja por la península ibérica y deja un rastro de anuncios en los coches. El mío estaba en el parking de la universidad Miguel Hernández, donde trabajo. El Professor Boba apunta alto, claro. Portugal, Elche… Me gustaría saber cuál será el próximo destino.

¿Alguien ha visto alguno de sus anuncios?

Sí, he tachado el número: ¡este es un blog que no se vende!

jueves, 20 de septiembre de 2007

Nahum en Nueva York

Quizá ha sido su pasión por el cine y la literatura. O quizá por su forma de vivir, que no deja espacio para las medias tintas. Todo lo que hace lo hace a conciencia. Escribir, jugar al fútbol, hablar de política, filosofar, dar clase, investigar, viajar, querer. No podía ser de otra forma, no. Tenía que empezar a escribir su blog desde Nueva York.

Otoño en Nueva York es un lugar donde encontraremos auténticos personajes del Bronx, reflexiones muy cuajadas sobre literatura o cine y jirones de vida propia. Desde las etiquetas (Jet-lag, Overbooking, Babel, You talkin' to me?) hasta el titulo, el blog genera esa sensación de paso, de camino, de una estancia temporal lejos de casa. Sin embargo, esa melancolía madura que empapa su forma de escribir no esconde su asombro por la belleza de la vida.

Bienvenido, amigo.

martes, 18 de septiembre de 2007

La garganta de la viuda

Aguascalientes, México. En un barrio apartado de la ciudad vive una familia numerosa, con diez hijos, en una casa con jardín y perro incluido. La familia y el perro contribuyen de forma importante al ruido del vecindario. Los vecinos se quejan con frecuencia de los gritos, los ladridos, los lloros. Parece que viven al lado de una guardería, murmuran entre ellos. Junto a esta peculiar familia vive una viuda enjuta con un loro rojo y verde. Ella es la vocinglera de las protestas del barrio.

Un día, a las dos de la tarde, la mamá de los diez niños regresa de la compra. Aparca el coche y cierra la puerta con la cadera, mientras agarra las bolsas. Al encarar la casa, observa con horror cómo el perro, con un ágil salto, vuelve feliz del jardín de la vecina. En su boca, cubierto de barro y sangre, el loro de la viuda.

-¡Ahora sí que nos echan del barrio!

Inmediatamente la mujer golpea el hocico del perro y el loro cae sobre el césped del jardín como una pelota de papel mojado. Lo agarra sin pudor, abre el grifo y lo pone debajo. Lo sacude como si de un mocho se tratara y limpia los chorretones de barro de las plumas de colores. Después, corre, salta la tapia del jardín mientras agita al loro para centrifugarlo y se cuela en el porche de la vecina. Comprueba que la viuda no está, abre la jaula, deposita al loro y cierra. Corre a su casa, se sienta en un sofá, recupera el aliento y sonríe satisfecha con la mirada perdida. Misión cumplida.

-¡Ahhjjjjj!

Un grito la espabila.

Es la garganta de la viuda.

La mamá se levanta y decide seguir con el plan. Vuelve corriendo a la casa de la vecina, asustada, con cara de circunstancia.

-¡Señora! ¿Qué le pasa? ¿Se encuentra bien?

La cara pálida de la viuda, la respiración entrecortada, y el brazo caído que señala la jaula:

-¡El-el-el-el lo-lo-lo-lo-ro!
-¿Qué pasa con el loro, señora? Está en la jaula... ¡Ah!¡Está muerto!

La mamá pone cara de pena y la mira con falsa compasión. Pero la viuda se derrumba sobre una butaca, mueve la cabeza contrariada y, con los ojos muy abiertos, trata de pronunciar:

-¡Murió ayer! ¡Lo había enterrado hoy!
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PD: Historia que me ha contado mi hermano José. Dice que es real. Le creo.
Foto de Altea, de loroadictos.com.

lunes, 10 de septiembre de 2007

El tal Holden


Mi sobrino Pepe, dieciséis años, acaba de recuperar todo un saco de suspensos y pasa de curso. Dentro de una semanas empieza el Bachillerato, opción Humanidades y Ciencias Sociales. Para darle mi enhorabuena, porque me alegró mucho la noticia y creo que, si estudia más, llegará lejos, le regalé El guardián entre el centeno, el sábado pasado. Un ejemplar en la colección Diamante de Edhasa, por 9,45 euros, especial 60 años. Tipo: regalo libro para que empieces a tomarte en serio las cosas.

Hoy me escribe un correo electrónico (lo publico porque me hace gracia y sé que no le importa):

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Dios mio! ya voy por el capitulo 14 del libro que me regalaste, es chulisimo.
El tal Holden es el puto amo! es mi idolo, se pega cada fiesta que flipas! se bebe hasta el agua del vater, es el mejor. El libro engancha mucho, me esta gustando bastante, de verdad¡ BUENO SALUDOS DEL PEPIKO, jejejje
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Es un crack.

martes, 4 de septiembre de 2007

El único Elvis que he visto


Viernes, 31 de agosto, doce de la noche, concierto de Emilvis, un imitador del último Elvis Prestley, su voz en Europa y finalista de varios concursos internacionales. Lugar, un pub irlandés de Alicante. Ochenta personas en dos plantas, escenario minúsculo con micrófono y una mesita cubierta por un fugaz mantel dorado, botellín de agua encima. No hay banda, la música está grabada: sensación karaoke sofisticado. Repertorio: las tiernas, dosificadas con breves representaciones de los temás más roqueros. Estas últimas duran menos de lo normal, a veces no llegan al minuto, pues el imperceptible movimiento de cadera parece exigirle un esfuerzo mayúsculo. Sin embargo, ese conato de baile caderil azuza al público provocando gritos y aplusos, no exentos de chanza.

La camisa se abre poco a poco durante el concierto, casi una hora hasta el ombligo. Los pantalones marcan lo suficiente. De su físico, el pelo es lo más parecido al legendario roquero (por confirmar en las fotos de movil). Este hecho copa la mayor parte de los comentarios en las mesas. Sin embargo, cuando el mantel de la mesita se convierte en capa con águila imperial dorada, cae una sincera ovación ante un imitador que respeta a su ídolo. Entre canción y canción un tanquiuverimach que dibuja la sonrisa del público. Un bis final esperado: Love me Tender. Este Elvis alicantino se llama Emilio Sánchez y su aire irónico, consciente de su rareza, no impide que, por momentos, recupere la voz del auténtico Elvis. Prodigioso: lanzamiento final de la toallita con que se ha limipiado el sudor durante el concierto a una morena sentada delante de mí. No me salpicó. Otra ovación sincera al final.