jueves, 29 de mayo de 2008

Animadoras


El ceño fruncido de Sergio García, la mirada de Xavi y el momento que congela la foto.

¡Qué diría Marilyn de estas nuevas animadoras!

miércoles, 14 de mayo de 2008

La escuela callejera


En aquel congreso de Santiago regalaron a los ponentes una bolsa para guardar el material de trabajo: folios, resúmenes, discos, bolígrafos. La abundancia de bolsillos y el verde oscuro le dan un carácter de complemento ideal. Se puede vestir cruzada sobre el hombro, es cómoda y tremendamente útil para guardar todo tipo de cosas y que no parezca que uno lleva mochila infantil o bolso femenino. Sin acritud.

De paseo por la ciudad, de camino al trabajo, de vuelta a casa, en cualquier momento, uno tiene a mano la cámara de fotos y puede ver las cosas de forma distinta, aunque no se necesite la cámara para eso. Y eso sin estudiar la carrera de Bellas Artes.

viernes, 9 de mayo de 2008

¡Pintar para esto!

La vida consiste en eso, está claro. Eh, otro lugar común, me dirán. Pero es así: empezar, empezar y empezar. Siempre la misma historia. ¡Cuántos rotos arreglados que vuelven a jorobarse! ¡Cuántas cicatrices cerradas que vuelven supurar! Pinturas, chapados y cosidos que luego no valen para nada.

La gracia de todo está en ese simple momento, con la edad es más complicado, de volver a levantarse. A los niños sólo les cuesta un pequeño impulso y un par de lágrimas.

Tener y no tener

Me cuenta mi padre que le invitaron a comer a un Club Marítimo del mar Menor. Nunca se ha sentido cómodo en ese tipo de lugares, no es que los desprecie, los odie o se burle de ellos. Simplemente no le gustan. En casa somos casi todos de su escuela. Aunque no nos ha faltado de nada, el pampaneo de algunos de esos clubes elitistas nos incomoda.

Antes de subir al restaurante, se dio un paseo por el embarcadero, mi madre cogida a él. A unos metros reconoció a un viejo compañero de la conserjería de Industria. Un administrativo ordinario, que trabajaba en un departamento distinto. Estaba subido a un barco, trasteando en la cubierta. Mi padre se acercó para que el funcionario le reconociera y le dijo, directamente, con mi madre a su lado:

–¡Bonito el barco!

No se sabe qué trampa le puso el subconsciente al tipo, quizá la necesidad de reafirmarse en su posesión, cuando le contestó:

–¡Mío! ¿De quién va a ser?

Mi madre, que por lista y mujer, luce como nadie la inmunidad de los mayores, le soltó, con una sonrisa:

–¡Si te ha dicho que qué bonito es el barco!