La onda expansiva me tiró a la cama. No había hecho caso de la policía secreta y me asomé a la ventana del segundo piso. Diez residentes estaban en el salón viendo Una historia verdadera, de David Lynch. Unos cuarenta cerraban sus libros en la sala de estudio. Habría muchos Casado de lengua española, otros tantos d'Ors de derecho romano y un puñado de Kotler para los gestores. El resto, a las 21:03, sólo hacía tiempo en sus habitaciones, armados de tabaco, antes de la cena. Brumb. Me incorporé, vi la columna de humo y salí al pasillo. Al poco, la policía secreta sacó a todos del Colegio Mayor.
Fue el 23 de mayo de 2002. Hoy, a diez metros, han puesto otro coche bomba los valientes, liberadores y comprometidos asesinos de ETA. Desgraciados.
Aquella universidad también es mi casa. Estudié allí. Trabajé allí. Viví allí. Mi cariño y comprensión para todos.
ETA Kanpora! No mataréis el pensamiento. No materéis la libertad. Inútil es vuestra mal llamada lucha, cobardes.
Foto EFE.