En Hogueras están prohibidos los grupos cerrados, a pesar de que uno organiza su barraca con los amigos. Lo propio de la fiesta es el mestizaje y la hospitalidad, imagino que no todas las fiestas son así: pienso en alguna feria andaluza, por ejemplo (si me equivoco, comentario). Esta ciudad es desarraigo y, por eso, apertura. Anfitriona. Aquel día comimos un grupo variopinto de artistas, periodistas de televisión y profesores.
Ella se sentó a mi lado y hablamos sobre el trabajo común. Me contó sobre sus clases, su tesis en ciernes y sus alumnos. Pensé que sería buena profesora por cómo miraba y por cómo hablaba. Durante la charla no pude quitarme las gafas de sol y pensé que era por su culpa. El día las reclamaba, pero yo me camuflé. Neutralizar la timidez. Y ella era una de esas mujeres con un aplomo extraño, que desequilibran a cualquiera.
Una pareja se peleó por celos. Una chica metió la pata porque quiso interceder para calmar al chico. El marido de la intercesora le pidió silencio a su mujer. Fue una situación incómoda. A veces me pregunto por qué siento tanta vergüenza ajena. No puedo seguir viendo un telediario si el presentador está nervioso. Otras veces no soy capaz de mantener la atención si alguien comienza un discurso con una torpe reprimenda. Cuando un alumno plagia y le doy la práctica con el suspenso, no puedo ni mirarle a la cara.
Le dije al novio que si quería acompañarme a por una café granizado. Hablamos durante el paseo y me explicó sus problemas. Nada: cualquiera que salga con una chica de otra ciudad y se vaya donde ella sentirá a los demás como una amenza. Le comprendí y le dije que pronto eso pasaría. Qué iba a decir. Me cayó bien, y ella es una mujer estupenda.
Escribí a la chica que conocí una semana después. Queríamos vernos en un festival de música junto al mar, pero no coincidimos en el día. Es una cuenta pendiente. Al final de aquella comida me quité las gafas. "Mira mi fragilidad". Creo que por eso en esta ciudad en fiestas la noche nunca vence del todo. El fuego de las hogueras, la luz de las palmeras artificiales... Prohibido esconderse en la oscuridad. Prohibido ocultar la mirada.
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* Jorge, en foto de Ana.
Ella se sentó a mi lado y hablamos sobre el trabajo común. Me contó sobre sus clases, su tesis en ciernes y sus alumnos. Pensé que sería buena profesora por cómo miraba y por cómo hablaba. Durante la charla no pude quitarme las gafas de sol y pensé que era por su culpa. El día las reclamaba, pero yo me camuflé. Neutralizar la timidez. Y ella era una de esas mujeres con un aplomo extraño, que desequilibran a cualquiera.
Una pareja se peleó por celos. Una chica metió la pata porque quiso interceder para calmar al chico. El marido de la intercesora le pidió silencio a su mujer. Fue una situación incómoda. A veces me pregunto por qué siento tanta vergüenza ajena. No puedo seguir viendo un telediario si el presentador está nervioso. Otras veces no soy capaz de mantener la atención si alguien comienza un discurso con una torpe reprimenda. Cuando un alumno plagia y le doy la práctica con el suspenso, no puedo ni mirarle a la cara.
Le dije al novio que si quería acompañarme a por una café granizado. Hablamos durante el paseo y me explicó sus problemas. Nada: cualquiera que salga con una chica de otra ciudad y se vaya donde ella sentirá a los demás como una amenza. Le comprendí y le dije que pronto eso pasaría. Qué iba a decir. Me cayó bien, y ella es una mujer estupenda.
Escribí a la chica que conocí una semana después. Queríamos vernos en un festival de música junto al mar, pero no coincidimos en el día. Es una cuenta pendiente. Al final de aquella comida me quité las gafas. "Mira mi fragilidad". Creo que por eso en esta ciudad en fiestas la noche nunca vence del todo. El fuego de las hogueras, la luz de las palmeras artificiales... Prohibido esconderse en la oscuridad. Prohibido ocultar la mirada.
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* Jorge, en foto de Ana.
10 comentarios:
¡Waw! ¡Es GENIAL! y precioso.
¿En serio iba mal la batería? Después de esto ¡no me lo creo, jaja!
me gusta bastante tu blog! he llegado aqui a través del de Marta que, a su vez,lo conocí a través de "que se cae la abuela". he leido algunas de tus entradas y me gusta, asi que te pongo en mi lista de "blogs amigos" para leerte habitualmente!
un saludo y encantada!
Es que, si nos enamoramos de miradas, es lógico que la gente tenga miedo a mostrar sus ojos.
Risto se esconde tras las gafas, como el Mastroiani de "8 y Medio". Es esa alambrada que nos permite salvaguardar nuestro jardín.
P.D. ¿Y Marta ha vuelto al suyo? ¡¡Que nos tuvo un tiempo largo huérfanos!! Ahora me pasaré a ver.
Gracias, Maktub, viniendo de la mano de Marta, también te seguiré. Gracias, Nahum!
u-a-u...!
Lo sé.
A veces me pregunto por qué siento tanta vergüenza ajena. No puedo seguir viendo un telediario si el presentador está nervioso...
A mí también me pasan estas cosas, jaja. Cuánto nos parecemos Miguel.
Un alumno (weno ex).
Ejem, ejem... Yo no digo nada... pero desde el 4 de septiembre, ha pasado muuuucho tiempo :P
¿Estabas pensando en Hilario Pino? A mí también me pasa xD
:-) Virginia: has dao en el clavo: Hilario Pino es el arquetipo de presentador + gesto de esconder la cara entre las manos y decir "¡por-dios-que-se-calle!".
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