Un hombre de color con hechura y cara de blanco está parado con un carrito de la compra en plena calle Trapería, junto a la plaza Santo Domingo. Como una escultura en un cruce de calles abierto a las cuatro orientaciones. Viste vaqueros azules y una camisa blanca arrugada. Gira mecánicamente la cabeza de izquierda a derecha, al centro, y otra vez a la izquierda. Lo tengo frente a mí, a veinte pasos y durante todo el trayecto no dejo de mirar cómo mueve el dedo índice de la mano derecha, que acompaña los movimientos del cuello. Izquierda, derecha, centro, otra vez izquierda. Parece que piensa: “pito pito gorgorito dónde vas tu tan bonito”. Me fijo en el carro del supermercado, un complemento ajeno al lugar que sólo suelen vestir los vagabundos en ese entorno de la ciudad: un par de bolsas de harina, dos o tres paquetes, botellas de agua y algo más. Paso por delante de él y entro en la calle que queda a su derecha. Él sigue echando a suertes su destino. Su camino. A mi espalda oigo el ruido metálico inconfundible, miro hacia atrás y le veo en marcha. En ese momento vuelvo a pensar en él. No parece un pobre hombre, pero el carrito y su contenido son sintomáticos. ¿Qué estaba jugándose con ese movimiento del dedo índice? ¿Es la verdadera encarnación del hombre abandonado al azar?
El ruido del carrito se aleja y parece que se ha desviado por un callejón sin destino claro. De repente, absurdo, sí, me doy la vuelta y corro tras él. Tres fotos de móvil, pero estaba ya lejos. Desde hoy le llamaré Nelson y espero que el azar vuelva a ponernos en la misma encrucijada. Aunque yo solo fuera a la farmacia por pastillas para la caída del pelo.
Fotos: la primera, una alternativa perdida para Nelson. En la segunda, se le ve de espaldas, en pleno centro de la calle, a lo lejos. Un hombre le sigue.
13 comentarios:
[El primer comentario era mío y lo he borrado porque tenía alguna falta. Sorry. Pero decía:]
Cuando vivía en Murcia un tipo de mala pinta y con evidente ansiedad me paró una mañana en Trapería: "Acabo de salir de la cárcel y estoy con el mono; dame algo". Movido por el ¿miedo? o la ¿caridad? le di una moneda de veinte duros. Seguí mi camino y entré en la Caja a hacer alguna gestión; el tipo también entró y empezó a pedir a todo el mundo, hasta que llegó mi turno y le dije: "Ya te he dado". Él contestó, cruzándome sus desenfocados ojos vidriosos hasta mi nuca: "Tú no me has dado ni xxxxxxx". Le di otra moneda de veinte duros, esta vez por el primer interrogante.
Moraleja: me quedo con Nelson.
¿Y por qué Nelson?
En Cantabria abundan seres de este corte. Y peor. No, no hablo de Revilla y sus anchoas. Por ejemplo, tenemos al "hombre de la caja de puros" que pide dinero desde hace unos 300 años más o menos. Va, como bien dice su nombre, con una caja de puros y como no le des, por lo menos, un euro, te insulta (e incluso te escupe).
Yo también me quedo con Nelson. La próxima vez invítale a tomar un café.
Tú por lo menos lo has puesto nombre. Aquí, simplemente, "el hombre de la caja de Puros". Si fuera mujer..¿Sara Montiel?
Es curioso, eso de que los desharrapados vayan por calles que se llaman "Trapería". Menuda ironía cabrona.
Desde pequeño he tenido obsesión por los Nelson: ¿por qué se convierten en vagabundos?, ¿cómo serían sus vidas antes?, ¿yo podrías convertirme en uno de ellos? Quién sabe.
No había caído en lo de Trapería, je, je. Paco, de esos hay todavía unos cuantos por aquí.
No sé por qué lo llamé Nelson, Matía. Quizá hay una conexión entre un cuento que leí hace tiempo donde había un hombre llamado Nelson y la estatua de un negro.
¿De qué cuento hablamos?
En torno a una teoría del relato: Flannery O’Connor y José Jiménez Lozano.
¿Hay premio?
"El negro artificial", Flannery O'connor
Camino a las estrellas, ganador.
Juanps, tarde.
Ganadora, gracias ;-)
Perdóname, ganadora. Cosas del directo.
¿Sabes, Sintomático? En una de mis vacaciones en Murcia (onda 35 grados, fiestas de primavera y Mr.Shy callejeando) me encontré con un Nelson curioso. Yo llevaba la cámara de fotos y camisetapantaloneta; él, un gorro de lana, cazadora, vaqueros de hace eones y el supercarro de su Mercadona de confianza.
El caso: nos echamos los dos unas fotos, hablamos, nos reímos... pero, joder, lo que me costó retratarlo sin el gorro.
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