martes, 26 de junio de 2007

Después de ver a Nelson



Nelson es un tipo que echa a suertes su destino. Lo sortea literalmente. Su reto al azar se concentra en un gesto concreto, el movimiento del dedo, y además se atreve a cantarlo. Puede parecer que un modelo así queda lejos de todos aquellos que toman las riendas de su vida y deciden su camino sin pestañear. Pero no es así.

Recuerdo las conversaciones y correos que gastaron dos amigos para reconciliarse con su libertad. Películas, libros y canciones servían de excusa fácil para poner en solfa las decisiones que habían tomado en su vida. ¿Por qué estudiar letras mixtas en el instituto? ¿Por qué elegir esa carrera? ¿Por qué trabajar en esa ciudad tan angustiosa? ¿Por qué dejar de hacerlo? ¿Será esta la mujer? ¿Qué partido ver cuando se están jugando la liga (foto)? ¿Hipoteca a tipo fijo o a tipo variable? ¿Dónde tirar la basura? ¿Reciclar o no (foto)?

Hay una edad, parece que entre los 24 y los 30, en la que se pierde el rumbo o, al menos, el sentido del rumbo tomado y vienen las preguntas: ¿Por qué he llegado hasta aquí? ¿Cómo ha sido? ¿Es esto lo que quiero para el resto de mi vida? Es esa época en la que se acude mucho a Paul Auster o a Borges y se gastan los deuvedés tipo Crash de Paul Haggis, la trilogía de González Iñárritu o Magnolia de Paul Thomas Anderson. Uno puede preguntarse entonces si realmente ha tomado las riendas de su vida y sabe qué camino lleva. Otros en cambio creen que esa pregunta no tiene sentido y que la belleza se encuentra a la vuelta de la esquina. Se han dado muchos casos de volantazos sintomáticos. Cualquiera podría contar uno.

Parece que lo propio de elegir una calle es elegir la adecuada, aunque para Nelson lo propio de elegir pueda ser el acto de elegir en sí mismo. Los animales tienen el instinto. Nosotros, la libertad y algo más, allá cada cual.

7 comentarios:

Rfa. dijo...

Yo siempre me decanto por lo desconocido y huyo de lo que ya me sé. En general, tiendo a aburrirme de la persona que soy y de las cosas que suelo hacer. Y cuando voy a restaurantes chinos, siempre pido los platos cuyo nombre no sé pronunciar. Lo correcto, me temo, sólo aparece como objetivo en mi vida cuando se trata de escoger curro. Y aun así, no es un factor primordial.

Álvaro dijo...

Lo correcto quizá no sea lo primoridal pero a veces es un factor seguro. Aventurarte a lo desconocido es agradable siempre y cuando sepas que si no te gusta lo que encuentras puedes regresar y tener un colchón de protección.

Nelson es ya uno de nosotros. Un aplausa para Nelson

Anónimo dijo...

No creo que lo correcto sea lo seguro. Muchas veces el camino correcto es arriesgado, imprevisible o tortuoso. Con frecuencia equivocarse es lo más cómdo. O no elegir, que es una forma de equivocarse.
A más de uno, hacer lo corecto le ha costado la vida.

Miguel Carvajal dijo...

Rfa., Matía y Juanps: tres alternativas más.

¡Si es que no ponéis las cosas fáciles a los Ulises del mundo!

Nahum dijo...

ASí empezó todo, ¿recuerdas? Con un volantazo que, paradójicamente, era la única forma de coger las riendas...

eresfea dijo...

¡Uy! Lo de las edades tienes que reformularlo. Te lo cuento oteando desde la generación nacida en los 60.
Un detalle: Nelson es el nombre del ángel de la guarda de una alumna de Comunicación de la Universidad de Montevideo. (Y no gasto bromas con esto).

Walter Kung Fu dijo...

Yo supero los 30 y me temo que no hay más remedio. Para algunos siempre será igual. Te debates, ¿qué es mejor?, pero luego te asalta otra pregunta, ¿pero para quién?, continúas con el ¿qué es lo qué yo quiero? y al final uno remata, ¿quién soy yo? Entonces, ya la hemos cagado. Estamos peor que al principio.