Para entrar en su despacho, Steve necesita pedir la llave a la secretaria. Ella aguarda en su pequeña oficina en el hall del edificio. Hace unas semanas hubo un cambio y ahora en el turno de mañanas hay una chica morena de veintipocos con gafas sutiles. Él piensa que sin el uniforme y algo más arreglada estaría mucho mejor. De todos modos, el cruce de palabras y miradas diario le han hecho dedicarle más de un pensamiento hasta llegar a las escaleras. A veces incluso se ha sorprendido pensando en ella en la parada del metro, anticipando el encuentro con cierta ilusión.
Para recoger la llave necesita dar el nombre. Durante todos esos días, la nueva conserje no ha dejado de preguntárselo.
-¿Nombre?
-Steve Nevada.
-Gracias.
Así, durante semanas. En ese tiempo, Steve ha llegado a pensar que a la joven le faltaba un poco de memoria. Mientras ella trajina con las llaves, él suele revisar el interior de la garita. Ha descubierto algunos detalles personales de la nueva conserje. Como que estudia derecho, por los apuntes, y que es ordenada, por la mesa y la gaveta del correo.
El martes de la tercera semana, Steve llega a las diez y pico de la mañana. Está pensando en el informe que debe presentar al jefe, mientras se desata la gruesa bufanda al entrar al hall del edificio. Con el ruido de la pesada puerta de cristal, ella levanta la mirada y se pone en pie con una sonrisa.
-Hola. ¿Oficina número 28? ¿Steve Nevada, verdad? -mientras le sonríe.
-Sí, gracias, gracias. -responde sorprendido.
Coge la llave, le devuelve la mirada y cuando da el primer paso camino del ascensor, se para.
-Por cierto, ¿y el tuyo?
-Jill.
Sonrisa mutua, otra vez.
5 comentarios:
Síntoma de historia (francamente, odio el sintojuego de palabras, pero es que escribes auténticos síntomas). ¿Y?
¿Esta historia también es sintomática? Ya me dirás. QM
Lo mejor es que la segunda parte es real.
Con nombres cambiados, claro.
¿La contarás aquí?
¿No sois capaces de ver algo de ficción en cuatro palabras juntas?¿No es posible que la haya inventado?
Al escritor del blog se le exime de cualquier compromiso con el lector. Vosotros solo tenéis las palabras. Todo lo demás queda entre el teclado del ordenador y yo.
Uy, uy, uy...
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