viernes, 10 de noviembre de 2006

Perro que llora

Si uno se acerca al patio interior de mi edificio, escucha el llanto de un perro, que parecen tenerlo como a De Juana; cada hora, media o cuarto sonarán las distintas combinaciones posibles de las campanas del convento de Las Anas; y los fines de semana los gritos de un niño un poco limitado. Aun así, prefiero trabajar en este lado del edificio. El otro, el que da a la calle, es terrorífico: todas las noches el camión que recoge las basuras le hace a uno sentirse en la película Blade Runner; y los gritos de la gente no paran hasta las cinco de la madrugada. No saben la poca gracia que tienen con las voces rotas del alcohol o la droga: me recuerdan a los personajes malvados de las viñetas de El Roto.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Puedo precisar lo de las campanas en Las Anas: cuando la portera quiere llamar a una hermana, no usa teléfonos interiores, sino que lo hace tocando las campanas; y cada una responde a un toque diferente. Es el precedente medieval de los diferentes tonos de móvil.
En cuanto a los ruidos de la ciudad, esoy totalmente contigo: decía una escritora de viajes (Rebecca West) que también en el campo hay ruidos -pájaros, el viento, un gallo- pero a diferencia de los ruidos de la ciudad, aquellos tienen un sentido, y eso hace que no resulten molestos.
QM

Ander Izagirre dijo...

¿El estruendo de una excavadora no tiene sentido? ¿Y el canto de un gallo sí?

Anónimo dijo...

Depende de la hora...

Miguel Carvajal dijo...

¡Ah! ¡Y el ruido de las vespas tan sintomático! ;-)

Anónimo dijo...

Yo estoy en el lado de Las Anas, y te puedo asegurar que los domingos, después de haber pasado toda la noche en el otro lado (el de Blade Runner), la resaca hace que las campanadas sean un castigo, sobre todo a las 12, a esa hora lo dan todo.

Miguel Carvajal dijo...

Muy bueno, Furby. ¡Jajajaja! Es que no puedes beber tanto.