viernes, 14 de mayo de 2010

¿Cómo era aquello que decíamos? Amigos de verdad

Dedicado a Jose y Leles

“Thank you, man!”. Cuando escuché el acento con que Carlos le habló al japonés del Benihaha pensé que sabía mimetizarse como ninguno. Pero olvidé que había estado más de una vez en Estados Unidos, en la América más profunda; y conocía ese acento vaquero de Dallas. Si Carlos no fuera murciano, creo que habría nacido en el medio oeste, llevaría botas de cowboy y conduciría una ranchera gigante para ir a su negocio de promotor de varios equipos de fútbol americano y baloncesto, entre otros espectáculos. Él se dedica a los eventos y la publicidad en Murcia, y un hombre de ese ámbito está hecho de la misma pasta en Memphis, en Los Ángeles o en Torre Pacheco.

Para visitar Nueva York, Marta y Carlos dejaron uno de sus corazones en España. Por eso, durante su estancia tenían una preocupación latente. Son padres. Como Jose, Carlos A. o Javi, se percibe un cambio en su mirada, algo que le deja a uno con el interrogante: ¿Qué diablos estoy haciendo con mi vida?

A Carlos le conozco desde que teníamos unos seis años. Nuestra amistad se juega en una liga distinta; no es de las que se alimenta de jornadas semanales, calendarios o encuentros de trámite. No quiero decir que sea ni mejor ni peor; es distinta. Me pasa con algunos amigos; y aquí puede uno empezar a soltar toda la ristra de tópicos y frases hechas si quiere.

Con este viaje a Nueva York, Carlos y Marta recargaron las pilas, recogieron ideas para sus trabajos y disfrutaron de una segunda luna de miel; a pesar de dormir en un par de colchones en mi sala de estar. Vinieron relajados y no me exigieron nada; contribuyeron con uno de mis muchos vicios cuando aparecieron con un cartón de tabaco bajo el brazo. Todos me traen alcohol o tabaco. Qué perdido me verán.



Disfrutamos de un partidazo con victoria de los Knicks en el Madison Square Garden. Los dos me explicaron cada uno de esos momentos que sólo los americanos saben construir en sus espectáculos deportivos. Cuando la chiquita rubia salió a cantar el himno (©Marta), pensé en lo ingenuos que son los americanos. ¡Cómo se emocionan tanto con estas cosas! Pero luego me dio cierta envidia. A ver si es que soy muy cínico, pensé. Al cabo de una semana, en un paseo por Central Park, un grupo de colegialas se paró frente a la fuente de Bethesda y cantaron a capela el himno de las barras y las estrellas, mientras un tipo las acompañaba con el saxo. En unos segundos se congregaron decenas de personas. "O say, can you see, by the dawn's early light". Y unos minutos más tarde se congregaron decenas de lágrimas. Mi mente volvió al laberinto: burla, cinismo y envidia.

Durante la estancia de Carlos y Marta, Wonyoung me invitó a un concierto en un club underground de Williamsburg. Este barrio de Brooklyn está muy de moda entre artistas y modernos. Carlos y yo lo bautizamos como la zona Mariano Rojas de Nueva York, para quitarle un poco de hierro al asunto. La aventura tuvo su momento tétrico: el local era una nave perdida junto al East River y cruzamos varias calles abandonadas. Yo estaba tranquilo. Pero nos topamos con un tipo desgarbado fumando en la puerta de un garaje, desde donde se oía el llanto de un bebé. Ellos rompieron la diplomacia y me preguntaron que dónde les estaba metiendo. Pero todo se apaciguó cuando atravesamos la puerta de WilliamsBurguer, el único garito abierto en diez manzanas. Dimos buena cuenta de unas alitas de pollo, unas hamburguesas y unas cuantas cervezas. Luego encaramos la entrada del club indie como neoyorquinos de toda la vida.

Al final, Carlos se acostumbró tanto a la rutina local, en parte gracias a su residencia en el Upper East Side, que cuando se cruzaba con turistas le decía a Marta: ¡Ay, estos turistas españoles! Fue bueno tenerles por aquí; y nos acordamos de todos nuestros amigos, de lo bien que lo hubieramos pasado juntos. Bah, probablemente no hubieramos salido de los dos o tres bares de mi barrio. Con amigos, ¡qué más da Nueva York, Londres o Honk Kong!


3 comentarios:

GaZZeTtA dEl XaVVi dijo...

Ya era hora de volverte a ver por la bloggosfera. Sé que es especial que tu gente vaya a verte cuando estás fuera, así que comprendo más o menos lo que sientes. Por aquí ya empieza a cundir el pánico, quedan pocas prácticas y todo a todos nos está entrando la nostalgia de los primeros años. Muchos se van de Erasmus, otros de Séneca... y otros, yo entre ellos, esperamos una plaza en Madrid. Ya te contaré, un abrazo.

P.d: espero más entradas pero con más frecuencia!!!

Marta dijo...

Nada que añadir. Salvo la envidia (pero eso ya es reiteradísima reiteración ;) ¡je!).

Mañana... ¿campeones?

caco dijo...

Lo de que tu estabas tranquilo por esas calles no lo tengo yo tan claro... me acuerdo de tu cara y, sobre todo de tu velocidad al andar, y no era precisamente tranquilizadora. Menos mal que encontramos el sitio con las mejores alitas de NY jajaja.

Por cierto, conciertazo que vimos en el antro ese...