viernes, 4 de septiembre de 2009

Prohibido ocultar la mirada


En Hogueras están prohibidos los grupos cerrados, a pesar de que uno organiza su barraca con los amigos. Lo propio de la fiesta es el mestizaje y la hospitalidad, imagino que no todas las fiestas son así: pienso en alguna feria andaluza, por ejemplo (si me equivoco, comentario). Esta ciudad es desarraigo y, por eso, apertura. Anfitriona. Aquel día comimos un grupo variopinto de artistas, periodistas de televisión y profesores.

Ella se sentó a mi lado y hablamos sobre el trabajo común. Me contó sobre sus clases, su tesis en ciernes y sus alumnos. Pensé que sería buena profesora por cómo miraba y por cómo hablaba. Durante la charla no pude quitarme las gafas de sol y pensé que era por su culpa. El día las reclamaba, pero yo me camuflé. Neutralizar la timidez. Y ella era una de esas mujeres con un aplomo extraño, que desequilibran a cualquiera.

Una pareja se peleó por celos. Una chica metió la pata porque quiso interceder para calmar al chico. El marido de la intercesora le pidió silencio a su mujer. Fue una situación incómoda. A veces me pregunto por qué siento tanta vergüenza ajena. No puedo seguir viendo un telediario si el presentador está nervioso. Otras veces no soy capaz de mantener la atención si alguien comienza un discurso con una torpe reprimenda. Cuando un alumno plagia y le doy la práctica con el suspenso, no puedo ni mirarle a la cara.

Le dije al novio que si quería acompañarme a por una café granizado. Hablamos durante el paseo y me explicó sus problemas. Nada: cualquiera que salga con una chica de otra ciudad y se vaya donde ella sentirá a los demás como una amenza. Le comprendí y le dije que pronto eso pasaría. Qué iba a decir. Me cayó bien, y ella es una mujer estupenda.

Escribí a la chica que conocí una semana después. Queríamos vernos en un festival de música junto al mar, pero no coincidimos en el día. Es una cuenta pendiente. Al final de aquella comida me quité las gafas. "Mira mi fragilidad". Creo que por eso en esta ciudad en fiestas la noche nunca vence del todo. El fuego de las hogueras, la luz de las palmeras artificiales... Prohibido esconderse en la oscuridad. Prohibido ocultar la mirada.
---
* Jorge, en foto de Ana.




miércoles, 2 de septiembre de 2009

Un poco más de batería

El martes volvía al trabajo, pero la batería del coche necesitaba un día más. Dos llamadas a la grúa y el recambio en el taller me ocuparon toda la mañana. El mecánico me dijo que no funcionaba la máquina para pagar con tarjeta y me dejó marchar. “Para tu seguridad, te dejo mi DNI”, le dije. A las cuatro le llevé el dinero en efectivo y me trató como cliente buen pagador. Después estuve toda la tarde repasando lo que han escrito mis maestros durante agosto. Tenía el almacén lleno de perlas y relatos, aparte de las lecturas relacionadas con mi trabajo, como esta. Confirmé que mis amigos siguen duro en agosto y que se divierten haciéndolo. Y gracias a ellos descubrí nuevos sitios que visitar a menudo: por ejemplo éste, con uno de los consejos que he seguido este verano muy a menudo.

Volví a casa a la hora de la cena. Me preparé una pizza con pan viejo. Mientras el horno se calentaba vi las noticias. Luego apagué la televisión. Ya no hay nadie en casa: todos han vuelto a la ciudad y ahora la terraza, la luna y el mar son más grandes. No pude dormirme y de madrugada agarré otra vez el libro que había abandonado por una efímera cabezada cinco minutos antes. Luego lo volví a dejar y pensé en las vacaciones que se fueron. Viajé a Huesca, Valencia, norte de Italia, fui a la playa, hice deporte. Estuve con los amigos y con la familia. Leí un poco: Todo por una chica (Hornby), Meridiano de sangre (McCarthy), Master en Manhattan (Eva Domínguez), por eso del año que viene, El alba la tarde o la noche (Reza) y algunos textos de Capote y de Cortázar. En general, ha sido un buen verano, pero también triste: el primero sin mi madre, pensé. Además, hace una semana me dijeron que un amigo del colegio había muerto. Repasé algunos recuerdos durante unos minutos más, hablé con los que no estaban y luego ya sí que me dormí.